¡Esto es Hollywood!
"El mejor
partido de la historia del club" (¡sic!), según el director de un diario
deportivo de Madrid (triunfalista y olvidadizo, como buen merengue), fue un
choque entre dos equipos de preparación muy disímil. Tan es así, que no sólo
cada jugador colchonero (suplente o titular) estuvo muy por encima de su
contrincante del Chelsea, sino que no hubo ningún miembro de la expedición del
Atleti que no lo hiciera mucho mejor que su homólogo blue: el médico, el utilero, el masajista, la mascota, la hinchada...
No, no excluyamos a Cerezo, que por lo menos hizo acto de presencia; no así
Abramovich, que se quedó en Londres resolviendo unos asuntos.
Sin embargo, el
protagonista de la gran final de todas las finales (que el conjunto de Londres
abordó en chanclas, como si se tratase de un torneo veraniego) fue Falcao. (Por
razones de espacio y de propósito no hablaré aquí de Turan, magnífico también.)
Por si sus soberbios partidos contra el Valencia y el Athletic Club en la
última Euroleague no bastasen, su actuación en este partido (ante un rival sin
piernas, es verdad), permite afirmar que no hay ahora mismo en los cinco
continentes otro punta con la agilidad, la fiereza, la intuición, la sangre
fría, la potencia, la calidad de remate y la elegancia del ariete colombiano. Es
el nuevo rey de la selva del área.
Pero lo que en
otras circunstancias, con otros dirigentes y otros seguidores, sería una gran
noticia para el Atleti, aquí y ahora, por obra y gracia de estos dirigentes y de
estos seguidores, no lo es. Me temo que Falcao ya está por encima de la entidad
que le paga; de pronto el club del Manzanares se le ha quedado pequeño a su nueve. Es un crack en el escaparate y no durará lo que sus distinguidos predecesores.
¿Apostamos a que, si no lo impiden accidentes o lesiones, se larga en junio y
no muy lejos de donde vive ahora?
En resumen: esta
victoria no es un premio gordo, ni sitúa al Atleti entre los mejores equipos del
Viejo Continente; parece más bien el reintegro momentáneo de una ilusión tantas
veces burlada, acribillada, chafada por un gang
de especuladores y su mercadillo persa. El Atleti tiene entrenador, un conjunto
voluntarioso y disciplinado, de aceptable clase técnica, y un delantero centro estelar.
¡Qué peligro para el club!
2.- Heitingadas y diegadas.
Las
pretemporadas de hoy son extrañas e invaden la competición oficial. Las del
Atleti parecen concebidas para entretener a la parroquia, que en el fondo
agradece los vaivenes, los rumores siempre desmentidos, las falsas nuevas, los
agobios y las murrias caniculares. Con este infierno de cartón piedra se evade
uno del purgatorio real, y me refiero al fútbol, no a la situación del país.
El argumento de
tan extraña función es una suerte de "Ópera de los tres peniques", sólo que
representada con brío heroico, cuando en realidad es del género bufo o cómico-bailable.
Se trata de ensalzar las tribulaciones de Gil Marín para cuadrar las cuentas,
pues el heredero ya no roba y además cumple con Hacienda, diga lo que diga el
tal Tebas, que vive del fútbol, no como los okupas
del Atleti que viven del aire e incluso pagan
por respirar.
Las pretemporadas
a la moderna incluyen un cierre extemporáneo de los mercados de jugadores. A deshacerse
de un titular a última hora, sin tiempo para contratar un sustituto, llaman algunos
aficionados rojiblancos heitingada,
pues la venta in extremis de Heitinga
fue la primera de una serie de operaciones cortadas por ese chusco patrón;
aunque, en honor a la verdad, la cosa tuvo un precedente clamoroso: el de
Vieri, figura cuyo traspaso sin contraprestación deportiva desbarató los planes
de Sacchi que consistían en subirse a las barbas del Madrid y del Barcelona. A
los Gil tan legítima aspiración les traía sin cuidado.
Dicho sea de paso:
no sé si está bien elegido el epónimo (Heitinga) porque aquel holandés no sólo
tenía cara de pazguato sino que lo era, pese a los forofos mitómanos que veían
en él la rencarnación de Griffa. Hicieron mal en comprarlo y bien en venderlo;
su mera ausencia mejoraba el plantel.
Más preocupante
que la heitingada es sin duda la diegada. Aludo al "viene no viene", al "ya
está aquí", "ya se aleja", al "nos quiere" o al "se enfría su amor por nosotros", al
"lo fichan" o "al mendigan su cesión" referidos a cualquier presunto astro cuya capacidad
ha sido exagerada y por el que nadie en el planeta del fútbol da dos euros,
pero del que se ha encaprichado la mayor parte del graderío del Calderón. (La diegada tuvo así mismo un precedente: la
riquelmada, pero mientras que Diego
Ribas jugó aquí, con lo que el sueño
se cumplió en parte, Riquelme subió incorrupto al limbo de los deseos insatisfechos).
Diego Ribas es
el epónimo del falso crack sobrevalorado
por los periódicos y las masas. Para cualquier aficionado al fútbol, con los
que era frecuente tropezarse antes de que la chaladura trastornara los cerebros
y los gustos, Diego Ribas es un futbolista que, como dicen los argentinos, divide el balón; no tiene criterio, ama
la posturita y la cabriola y alterna un pase estupendo con pifias
incomprensibles; juega para lucirse; no es un diez, ni un ocho, sino un
tarambana con mentalidad circense.
De hecho, contemplando
a Óliver en el trofeo Ciudad de Vigo, se me ocurrió que le podían pasar el
vídeo a Digo Ribas. Y eso que Óliver está sin hacer (más de cuerpo que de mente);
pero el crío es un futbolista despierto y racional, no un clown, y sabe que el taconazo o la chilena son medios, no fines.
Que la afición
colchonera prohíje futbolistas malos o mediocres es otro síntoma del estropicio
moral y estético que han causado al club sus muy honrados y eficaces gestores.
Así el "Cebolla" va (¿por su carril?) para favorito del público (ignoro las
causas; parece poseer algún recurso técnico más que Petrov y más idea del juego,
pero menos velocidad); lo son ya el citado Óliver y Kader, sin apenas haber intervenido,
aunque el gitanillo prometa.
Las
pretemporadas a la moderna del Atleti incluyen también la maldición del primer partido de Liga, pues desde 2007 la cosa no
comienza con victoria, aunque otros años en que hubo triunfo en la jornada
inaugural las derrotas sin paliativos se anticiparon a las primeras lluvias de
otoño; en realidad, el mal fario abarca el campeonato entero, y eso que la
gente haría la ola y pediría que botase el Calderón con una cuarta plaza en la
jornada 38.
El Levante, por
ejemplo, es un hueso de aceituna para las mandíbulas con pocos dientes de los
onces rojiblancos hodiernos. (Nota bene: cuando se habla de competir con el
Madrid o el Barça, el público del Atleti rezonga: "No se puede luchar contra
presupuestos que multiplican por cuatro el tuyo". Cuando el adversario es el
Levante, nadie utiliza el argumento económico. Este espíritu conformista se
refleja también en la costumbre de denominar "partido serio" al que no contiene
ocasiones de gol, pero no se pierde o se pierde por la mínima.)
En fin, la
pretemporada atlética es tan peculiar que hasta Tiago Cardoso Mendes se ha creído
obligado a tomar el micrófono para anunciar a la plebe la meta del club para
este ejercicio: ser el primero... en la otra
liga. Pues que le den otro sueldo porque cobra como si militara en la liga
fetén.