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febrero 2014 - Artículos

  • Asamblea abierta de la Asociación Señales de Humo

    La Asociación Señales de Humo ha convocado su asamblea anual para el próximo día 9 de marzo. Dada la reciente sentencia del Tribunal Supremo declarando fraude de ley la ampliación de capital del Atlético de Madrid, SAD celebrada en 2003 y las consecuencias que esta puede de cara al futuro del Atlético de Madrid y a su propiedad, este año, la asamblea  será abierta a todos los atléticos que deseen participar y de esta manera conocer todo lo relativo a esta sentencia, sus consecuencias y los pasos a dar por la Asociación Señales de Humo para lograr la democratización del club.

    La Asociación Señales de Humo quiere reiterar el carácter abierto de esta asamblea. TODOS LOS ATLÉTICOS SON BIENVENIDOS.

    Asamblea de la Asociación Señales de Humo

    Día Domingo 9 de marzo

    Hora 11 de la mañana

    Lugar Ilustre Colegio de Médicos de Madrid. Calle Santa Isabel, 51. 28012 Madrid (detrás del Museo Reina Sofía). Metro Atocha.

    La asistencia es totalmente libre para cualquier atlético interesado en informarse sobre la reciente sentencia del Tribunal Supremo y sus consecuencias.

  • El Supremo declara "fraude de ley" el acceso a la propiedad del Atleti por la familia Gil y Cerezo

    La Asociación Señales de Humo recibió ayer martes la sentencia de la Sala Primera del Tribunal Supremo resolviendo definitivamente el litigio sobre la impugnación de sendos acuerdos de ampliación de capital de la Sociedad Anónima Deportiva Club Atlético de Madrid, adoptados en Junta General Extraordinaria de Accionistas el día 27 de junio de 2003, en el sentido de ratificar el fallo de la Sección 28ª de la Audiencia Provincial de Madrid, que  declaró la nulidad de los acuerdos impugnados por patente "fraude de ley" cometido por la familia Gil y Enrique Cerezo.

    Es necesario advertir que si bien la ampliación de capital objeto de nulidad, afecta exclusivamente a una parte del accionariado, una vez confirmada la sentencia de la Audiencia Provincial, la Asociación Señales de Humo pondrá en marcha los mecanismos judiciales necesarios para  obtener la ejecución de la misma, así como para impugnar las sucesivas ampliaciones de capital que derivan de la ahora anulada por la justicia. Con esto, la Asociación Señales de Humo busca corregir lo que la justicia ha declarado ilegal: el control de la mayoría accionarial del Atlético de Madrid por la familia Gil y Cerezo y que tras este proceso el club revierta al fin a sus únicos y legítimos propietarios que son los atléticos.

    La lentitud de la justicia hace que ahora, once años después de iniciarse el procedimiento, salga la sentencia definitiva declarando, una vez más, la ilegalidad de la propiedad del Atléti por la familia Gil y Cerezo. Esta lentitud no es achacable a esta Asociación que siempre ha buscado soluciones razonables al desafuero que constituye el ilegal control de la entidad. No ha sido Señales de Humo la que se hizo con el Club delinquiendo. No ha sido Señales de Humo la que amplió capital de forma fraudulenta, ni la condenada por estafar a nuestro propio Club. Tampoco es Señales de Humo la que se ganó el bochornoso calificativo de saqueadores sistemáticos del Club. Y ni mucho menos la que ha dilatado artificiosamente este proceso que ahora concluye. Los que han perpetrado todas estas acciones contra el Club Atlético de Madrid han sido la familia Gil y Enrique Cerezo, como han constatado reiteradamente los distintos tribunales.

    Para finalizar, queremos dedicar un cariñoso recuerdo hacia el alma combativa de don Luis Aragonés Suárez, nuestro faro y guía, que desde el tercer anfiteatro, alumbrará eternamente el camino a seguir. También manifestar nuestro apoyo al equipo que nos hace sentirnos orgullosos cada partido formidáblemente comandado por Simeone, el responsable de nuestros éxitos,

    ¡AÚPA ATLETI!

    Puedes descargar la sentencia del Tribunal Supremo en siguiendo este ENLACE

  • Tributo a Luis (IV)

    Uno de los nuestros

    Pedro Simón

    Tenía algo de veterano estibador de puerto, de insobornable profesor, de jugador de mus con el que te entiendes sin ni tan siquiera ver las cartas.

    Tenía algo de cromo de fútbol de los que no cambiarías jamás, de tipo de seda con verbo de lija, de ese abuelo que lo mismo te sacaba un Sugus de la oreja que te daba un estirón.

    Tenía algo de mi padre.

    Dostoievski decía que un ser original es difícil de encontrar, pero fácil de reconocer.

    Lo supimos en cuanto le vimos allí, sentado en esa banca tan suya del viejo Vicente Calderón, el cuello de la chaqueta de piel de borrego levantado, el pitillo hipster languideciente, como un Jean-Paul Belmondo arrabalero y de Hortaleza. El sentimiento identitario es lo que tiene: que percibes a uno de los tuyos en cuanto lo ves.

    Los negros tuvieron a Clay.

    Nosotros tuvimos a Luis.

    (...)

    Te volvimos a soñar por los videomarcadores, con tu aire desgarbado y tus zapatos de siete lenguas. Luis y el verbo. Por ejemplo: "Desconfío de los técnicos que siempre tienen el chándal planchado". Por ejemplo: "Máteme usted pero no me mienta". Por ejemplo: "Si el Aleti es el Pupas, qué son los demás, ¿el Costras?".

    Escribo desde el periódico, que también tiene algo de sepelio y de partido a partido. Con la cabeza en la papelera y las tripas sobre el teclado. Pidiendo a gritos que te pongan el nombre de un estadio donde quepa esta patria de gentes sencillas.

    Nos queda media temporada, viejo, y somos líderes en solitario. Ellos con su CR7 y nosotros con nuestro LA8. Porque tu ejemplo va a ser gasolina para los que auguran que se nos hará largo. Se me ocurre otro homenaje: sería hermoso este mayo poder vengar aquel gol de Schwarzenbeck cuando quedaban 20 segundos para el final de la prórroga. Sería hermoso celebrarte en Lisboa.

    Si a Bill Shankly le levantaron una estatua en Anfield donde podía leerse "He made the people happy", qué no habríamos de hacer contigo, padre nuestro laico que estás en los cielos. Qué no habríamos de escribirte, Luis, si hiciste a tanta gente feliz.

    http://www.elmundo.es/deportes/2014/02/03/52ef780f22601dd7338b456e.html

    La construcción de la felicidad

    Enric González

    Los grandes equipos de fútbol son equipos felices que transmiten felicidad. Eso es bastante obvio. Definir la felicidad es bastante más complejo. Y conseguirla es muy, muy difícil. La felicidad no tiene nada que ver con la embriaguez de los sentidos, la posesión o el derroche; eso, que algunos identifican erróneamente con el hedonismo, es sólo imbecilidad. Con un objetivo práctico, casi pedestre, y al margen de la sumisión a un dios, resulta razonable situar la felicidad en un doble horizonte: el dominio de sí mismo en lo personal, idealmente hasta conseguir esa autosuficiencia plácida conocida como ataraxia, y el servicio al bien colectivo.

    ¿Cómo se llega a eso dando patadas a un balón? Es difícil, ya lo hemos dicho. Existe una vía bastante rápida pero rarísima, consistente en compartir el balón con alguien dotado de altísimo poder carismático y extraordinarias virtudes técnicas. Es decir, jugar al lado de Di Stéfano, Cruyff o Beckenbauer. No incluyo a Maradona (o incluso, tal vez, a Messi) porque ahí nos desviaríamos hacia un nirvana contemplativo en el que uno juega por todos y los demás miran.

    La felicidad, decíamos, pasa por el autodominio (y a eso se llega con sacrificio) y la entrega al grupo (lo que cuesta aún más sacrificio). Si en la vida de cada uno es difícil acercarse a esas metas, imagínense imponerlas a una peña de chavales adulados e inexpertos. Ésa es, sin embargo, la misión suprema del entrenador.

    Hubo una época, no muy lejana, caracterizada por la fe en lo mecánico. La felicidad consistía en que cada uno hiciera exactamente lo que debía hacer, en que cada movimiento tuviera exactamente el efecto previsto. En los años 70 hubo técnicos que alcanzaron el éxito con esta doctrina, porque disponían de futbolistas capaces de trascender la tontería determinista: Lattek tuvo a Beckenbauer en el Bayern y Weisweiler tuvo a Netzer en el Borussia Mönchengladbach. Esa escuela culminó en la década siguiente con Arrigo Sacchi, un pelmazo de la mecánica que creyó inventar el fútbol porque Baresi trazaba la línea de defensa y los demás jugadores (me ahorro enumerar el fabuloso reparto de aquel Milan) llevaban en el alma tanto sacrificio como talento.

    Del mecanicismo surgen dos ramas, una estéril, basada en la disciplina y el esfuerzo como fines en sí mismos (Fabio Capello) y otra más interesante que podríamos etiquetar de magisterial. Los magisteriales saben mucho de fútbol. Es el caso de Marcelo Bielsa, por ejemplo. Saben y son capaces de enseñar. Pero no suelen ser hábiles en el manejo del espíritu humano y tienden a abusar de las fuerzas de sus pupilos. No alcanzan la felicidad. Manejar un grupo de egos conscientes de su talento y aturdidos por la fama requiere una personalidad especial, capaz de desdoblarse hasta la incoherencia. Hay que ser padre y patrón, amigo y tirano. A ese nivel, el de los maestros que saben además tratar a las personas, y sacar lo mejor de ellas sin agotarlas, se llega pocas veces. Pep Guardiola y José Mourinho lo alcanzaron en la juventud y parece que, de momento, siguen ahí. Luis Aragonés fue durante muchos años un artesano que con sudor y un par de carrileros armaba contraataques efectivos. Ya mayor, casi de vuelta, consiguió explicar a la selección española, el equipo más infeliz del mundo, en qué consistía la felicidad. Qué tío.

    http://www.elmundo.es/deportes/2014/02/03/52eec380e2704efb668b4573.html

    El Tío Luis

    Sin casarse con el poder y despreciando el becerro de oro, Aragonés deja arte y discípulos para hacer mejor a su país

    Miguel Mora

    La primera vez que le vi fue un flechazo inmediato. Era un Atleti-Español que se jugaba de noche. Tendría yo ocho años. Hubo una falta escorada a la derecha cerca de la frontal, en la portería del fondo norte. Luis colocó la pelotita, avanzó hacia ella y la metió por la escuadra como el que lava. Pero el árbitro, solo él sabe por qué, mandó repetirla. Así que allá fue Zapatones otra vez: golazo por la misma escuadra. Esa noche decidí quién sería mi ídolo. El Tío Luis.

    42 años después, la admiración, la emoción y el mito siguen intactos. No hay nadie que haya encarnado como él la maravillosa sensación que significa ser del Atleti. Su humor a prueba de imbéciles, su corazón de una pieza y sin dobleces —¡qué memorable noche de póquer, tabaco y bebercio pasamos en Madrid!—, su seriedad zumbona, su inteligencia, su pasión, su escepticismo, y esas ganas de hacer saber al vecino arrogante que para ganarnos hay que sudar sangre.

    Que fuera solo 13 veces internacional en 17 años de carrera explica muchas cosas. Que lo echaran de la selección —finalmente, un equipo de verdad— después de ganar la Eurocopa y de inventarse una nueva forma de jugar, un estilo e incluso una marca, La Roja, demuestra qué tipo de ignorantes y mequetrefes mandan en este desagradecido país.

    Elevándose sobre la mediocridad ambiente a base de temperamento y de talento, el Tío Luis siempre supo cuál era el camino hacia la victoria, la justicia y la felicidad. Enseñar a un par de generaciones toda una filosofía de vida siendo solamente un futbolista no está al alcance de muchos. Seguramente, no nacerá en cien años nadie como él, aunque el Cholo se le viene pareciendo cada vez más. Eso era lo bueno del Tío Luis: sin casarse nunca con el poder y despreciando el becerro de oro, ha dejado arte, sabor y discípulos suficientes como para hacer mejor a su tiempo y a su país.

    Quizá por eso hoy debería ser un día de luto nacional y alguien debería erigirle una escultura. Aunque, por supuesto, esto no pasará, tampoco importa mucho. La lección, de fútbol y de vida —pese a la tendencia depresiva— está dada.

    Gracias por todo, y hasta siempre, Zapatones. Querido Tío Luis. 

    http://deportes.elpais.com/deportes/2014/02/01/actualidad/1391276350_746467.html

    Con una sonrisa

    Pepe Reina.

    El dolor por la pérdida de un ser querido no es menor a pesar de la distancia. Me he enterado en Nápoles de la muerte de Luis Aragonés. Lo siento mucho. Sin embargo, son tan gratos los recuerdos que tengo de él que se ha ido y nos deja, además de sus triunfos, una sonrisa. Se ha ido a descansar con sus ideas, con su manera de ver y de entender el fútbol, con su filosofía. Es mucho lo que le debemos. Con sus charlas lo que hacía era transmitirnos confianza, nos hacía sentir enormes y cuando salíamos al campo lo hacíamos muy seguros, convencidos de que íbamos a ganar. Fue él quien unió el vestuario de la Selección y quien impulsó a ese equipo hacia la gloria y el triunfo.

    Sus charlas con el futbolista eran diferentes; sabía cómo llegar; sabía de lo que hablaba y te convencía. Sus arengas antes de los partidos calaban más que cualquier consejo táctico. Con sus frases y sus anécdotas quitaba la tensión innecesaria. Una gran pérdida.

    http://www.larazon.es/detalle_normal_futbol/noticias/5339985/deportes+futbol/con-una-sonrisa

    La evolución hacia el fútbol de toque

    Jabo Irureta.

    No ocurrió de un día para otro, fue a lo largo del tiempo cuando Luis Aragonés fue cambiando el estilo de la Selección hasta llegar al fútbol de posesión que tantos éxitos nos ha dado. Yo creo que él también fue evolucionando como entrenador y llegó un momento en el que comprendió que en España abundaban los futbolistas pequeños y con talento y el fútbol tiene que girar hacia ellos. Más posesión, menos fuerza.

    Probablemente no era su idea cuando se hizo cargo de la Selección, pero hay que reconocer su capacidad de observar el estilo hegemónico en España de ese momento y adaptarse. A Luis siempre se le había relacionado con el contraataque, pero en la Selección no juega a eso.

    Siempre hablaba de los pasillos de seguridad, por donde tenía que salir el balón y estaba prohibido perderlo. En el equipo campéon de Europa, esos pasillos pasaban fundamentalmente por Xavi, el centrocampista del Barcelona. Senna jugaba a su lado o un poco más atrás en el centro del campo, protegiéndole la espalda. A Luis le gustaban los centrocampistas porque fue uno de ellos. Y en el equipo que juega la final, hay cinco jugadores en el centro del campo y sólo un delantero. Ése era el estilo.

    http://www.larazon.es/detalle_normal_futbol/noticias/5340040/deportes+futbol/la-evolucion-hacia-el-futbol-de-toque

    De jugador a entrenador

    Adelardo.

    He perdido a un gran amigo, y ése es el dolor que me queda. Lo demás son recuerdos, buenos recuerdos la mayoría porque coincidimos en el Atlético durante catorce años. Luis hacía gala de una personalidad arrolladora y dejó huella en el Atlético, en los equipos que entrenó y en la Selección. Su tránsito de jugador a seleccionador fue curioso y extraordinario. Un día terminamos de entrenar juntos y al siguiente apareció vestido con chándal y un silbato en la mano. Seguíamos siendo compañeros y amigos; pero en su nuevo papel descubrimos su madera de entrenador. Dejó de hablarnos de tú y se dirigía a nosotros de usted. Pese al intercambio de roles, nuestra amistad nunca se resintió.

    Rasgos que destacaría de él, su personalidad y su carácter. Y, en cualquier caso, su simpatía. Sabía hacerse querer, era un tipo simpático y ocurrente. Como entrenador bien pronto demostró su categoría cuando ganamos la Copa Intercontinental al Independiente. También de él nos quedan sus éxitos, y un hueco irrellenable. Descanse en paz.

    http://www.larazon.es/detalle_normal_futbol/noticias/5339819/deportes+futbol/de-jugador-a-entrenador

    Desde los diecisiete años

    Miguel San Román.

    Nuestra amistad viene de hace mucho tiempo. Nos conocimos cuando teníamos diecisiete años y yo jugaba en el Juvenil de Hortaleza y él en el Atlético de Madrid, donde finalmente coincidiríamos tiempo después. Fue un gran amigo mío, le encantaba reírse, pasárselo bien y estar con sus amigos. Nunca le vi ese carácter tan cerrado del que habla la gente. Era un auténtico fenómeno sin lugar a dudas. En su manera de entrenar era muy disciplinado, al igual que lo fue cuando jugaba al fútbol. Convencía a los jugadores para mejorar cada día y les hacía entender las cosas de la mejor manera. Fue un auténtico enamorado de su profesión. Se podía pasar horas viendo partidos. Pero por encima de todo, estaba el Atlético de Madrid, en el que él lo representaba todo. Lo quería mucho y nos pasábamos infinidad de tardes comentando sus encuentros, sufriendo y hablando sobre el juego. En la grada del Vicente Calderón aún siguen coreando su nombre. Sin lugar a dudas, pasará a la historia del Atlético y del fútbol español.

    http://www.larazon.es/detalle_normal_futbol/noticias/5339791/deportes+futbol/desde-los-diecisiete-anos

    El tormento y el éxtasis

    Javier G. Ferrari.

    Y todo ocurrió en apenas seis minutos. Fueron seis minutos de éxtasis para los atléticos, y todo gracias a un gol en blanco y negro reflejado por un televisor que a un veinteañero de hoy le haría partirse de risa. Pero los veinteañeros españoles de aquel 15 de mayo de 1974 que teníamos la suerte de tener una tele en casa sabíamos que eso del color era algo para americanos y que tardaríamos algunos años en tener aquí aparatos que ofrecieran la señal en color a un precio más o menos razonable. Seis minutos de felicidad plena gracias al gol de falta directa que tiró de manera magistral Luis Aragonés al borde del área, a la derecha del portero del Bayern, donde segundos antes Becerra había sido derribado por un defensa. Era el minuto 114 de partido. Se jugaba la prórroga. No quedaba nada, pero un pelotazo lanzado desde bastantes metros, aunque no tantos como la leyenda nos hizo creer durante un tiempo, por un tipo llamado Schwarzenbeck, entró en la portería de Miguel Reina pegado al palo derecho. La verdad es que, visto ahora, Reina en realidad no podía hacer más de lo que hizo. Era el minuto 120 y a partir de ese momento, y hasta el pitido final, dos días después en el partido de desempate, todo fue tormento. Pero aquellos seis minutos de éxtasis me han acompañado siempre, y con ellos, una auténtica veneración por Luis, que moría en la madrugada de ayer en una clínica de Madrid. La misma en la que años antes había muerto Jesús Gil, con quien Aragonés mantuvo una relación de amor-odio que en algún momento hizo saltar chispas en el Calderón. Ya sé que para la mayoría Luis es el hombre que llevó a la Selección española a su mejor momento, y que los equipos a los que perteneció como jugador y entrenador tienen perfecto derecho a considerarle tan suyo como lo consideramos los atléticos. Pero para mí, que nací rojiblanco y así me marcharé de este mundo, Luis fue el hombre que me proporcionó los seis minutos más intensos como hincha colchonero. Gracias Luis, y hasta la vista.

    http://www.larazon.es/detalle_normal_futbol/noticias/5339652/deportes+futbol/el-tormento-y-el-extasis
     

  • Tributo a Luis (III)

    Los ojos de un artista

    «Del fútbol, como de la vida, hay que saber irse», dijo
     
    Ser amigo de Luis Aragonés no era fácil. La amistad es fraternidad. Hay amistad donde hay confianza. Entre Luis Aragonés y yo hubo una cortés relación de respeto.

    –Tú escribes en los periódicos y yo vivo del fútbol. Tú, por lo tanto, eres mi contrario.

    Me lo dijo cuando los dos éramos jóvenes y sanguíneos: él era ya, en el Atlético, alguien: «El Zapatones», un tío que con sus «zapatones» o «botazas» tiraba a gol con potencia y veneno; yo, sólo un reportero del periódico «Pueblo» de Emilio Romero.

    Un día se encaró conmigo:

    –No estoy de acuerdo con lo que has escrito. Yo sé de fútbol gracias a mis «zapatones», con los que pateo el balón. ¿Dónde has pateado tú un balón si es que lo has pateado alguna vez?

    Era así. Nada opaco. Claro y directo. Nada oblicuo. Al pan, pan, y al periodista, lo que pensaba. No, no me molestaba que me hablase así.

    –A ver, ¿qué es lo que te ha disgustado de lo que he escrito? –le dije en tono conciliador.

    Me lo explicó. Y aprendí. Tenía razón: había jugado con un dedo –que me enseñó– hinchado. Le pedí perdón.

    –Creo que tú y yo –me respondió–nos vamos a entender. Sabes comprender.

    Y a raíz de esa anécdota digamos que nació una empática relación de respeto. Jamás me mintió en nada. Siendo seleccionador, le llamé algunas veces.

    –Eso no te lo puedo aclarar. Hazme caso a mí y no a los rumores. Tengo problemas con él.

    Él era Raúl. Tenía por norma, al parecer, «mirar fijo a los ojos».

    –Cuando estoy enfadado con alguien, le miro fijo a los ojos. Los ojos no mienten. Hay que saber leer en ellos. Yo sé leer y quiero que los demás lean en mis ojos como yo leo en los suyos.

    Filósofo y psicólogo a su manera:

    –Para gobernar un vestuario, antes que entrenador técnico o táctico, hay que ser psicólogo. Helenio Herrera era sobre todo psicólogo.

    –Y ¿qué es para ti ser psicólogo de futbolistas? – le pregunté.

    Poseía una buena memoria:

    –¿Recuerdas cuando te dije que tú y yo acabaríamos entendiéndonos? Psicólogo, en fútbol, es que el jugador me comprenda a mí y yo le comprenda a él, para lo cual hay que «mirarse fijo a los ojos».

    –La última vez que hablé con él fue en una cena del Club de Medios que preside Luis María Anson. Era uno de los premiados. Aquella noche seguí aprendiendo de Luis.

    –Del fútbol, como de la vida, hay que saber irse –me recitó–. Con el Europeo ganado en 2008, toqué el cielo. ¿Qué mejor jubilación, si bien no pienso jubilarme todavía, que «pegar» a tu currículo un título como el de Campeón de Europa de Selecciones? El fútbol es hermoso. Es –¡ahí queda eso, lo he escrito más de una vez!– el arte con el que disfrutan las gentes.

    Visto así el fútbol, Luis fue un artista. Dios, seguro, lo admirará mirándole muy fijo a los ojos.

    http://www.larazon.es/detalle_normal_futbol/noticias/5339680/deportes+futbol/los-ojos-de-un-artista

    «Prensa, no se venga arriba»

    Antonio Sanz

    Tengo un testigo de la escena, a quien los jugadores llamaban «el doctor hambre», el médico de esa etapa en la Selección, Jorge Candel. El galeno estaba sentado junto al entrenador en el salón de espera de un hotel madrileño donde pernoctaba España, previo al viaje al Tirol. Era por la tarde y la pareja guardaba silencio, poca comunicación, cierta distancia.

    Los observé unos instantes. Con dudas, me acerqué a saludar con recelo. Me decidí porque estaba convencido del mensaje a transmitir. «Hola Luis. ¿Cómo está? Le veo bien», solté tan rápido como fugaz esperaba el encuentro. «Hombre, Prensa, usted por aquí. Está como siempre», me dijo amistosamente. «Más relajado», le respondo. «No me extraña. Ya no está en el Atleti. Entonces, ¿le va bien?», me cuestionó. «Sí, he venido a desearle buena suerte. La buena suerte que usted siempre reclama. Por eso le digo aquí y ahora que vamos a ganar la Eurocopa. Que lo tengo claro», sentencié. «Gracias Antonio. Pero no se venga arriba», me refutó. Chocamos las manos.

    Miré a Candel, que ignoraba del todo mi presencia. Me di la vuelta y salí a la calle para compartir un rato con Paredes y Mendiondo, dos excelentes profesionales, dos leales a la causa, dos grandes tipos que siempre ocuparon un sitio discreto en el «staff «de mando. Allí, en pleno corazón del sur de Madrid, en la glorieta de Atocha, les conté jovialmente mi breve charla. «Le he dicho al ''abuelo'' que vamos a llevarnos el título», apuré. «Si es así, estás invitado a la fiesta», me contestó Paredes.

    Y ese reto para Luis fue el reto del fútbol español. Era el defensor del cambio, era quien más seguro estaba de que modificar el estilo era el principio del éxito. Tras dos años de convivencia trabajando juntos, su vida se resume en aquella frase histórica que soltó a escasos centímetros de mí en la sala de Prensa: «Esto del fútbol solo tiene un secreto y es ganar, ganar y ganar y volver a ganar, y ganar, ganar y ganar y volver a ganar». Y así durante dos minutos para resumir en este verbo la esencia de la vida. Gracias, «Sabio». Tu leyenda arranca hoy.

    http://www.larazon.es/detalle_normal_futbol/noticias/5339541/deportes+futbol/prensa-no-se-venga-arriba

    Se puede ser grande

    Algunos hemos disimulado lágrimas, otros se han emocionado abiertamente, y casi todos hemos hablado de «Zapatones»

    María José Navarro.

    Se ha muerto Luis Aragonés, el jugador del que nos hablaban nuestros padres cuando aún nosotros no sabíamos ni lo que era el fútbol, y a los atléticos (sobre todo a los atléticos) nos ha dado mucha pena. Mucha más de la que creíamos, de la que habíamos calculado. Algunos hemos disimulado lágrimas, otros se han emocionado abiertamente, y casi todos hemos pegado un sábado de turra hablando de Zapatones, repasando imágenes, jugadas, el calentamiento en El Plantío y hasta el pelo de la gamba y el trasero de la pipera, que de todo hay y casi todo políticamente incorrecto. Se ha muerto Luis, el centrocampista que limpiaba de patadas la zona por la que llegaba Gárate, el que sin ser delantero marcó más de cien goles, aquel que nos dio Ligas, orgullo, aquel que tenía clarísimo lo que otros no entienden: que se puede ser grande hasta perdiendo. Se ha muerto Luis y lo ha hecho sin que lo supiera casi nadie. Hace unas semanas empezó a sentirse molesto y fue a hacerse unas pruebas. Con la misma cara de siempre, con la misma actitud de siempre, aceptó la enfermedad. Ahora aparecerá aquella prensa que le trató de viejo y de binguero para rendirle homenaje y nada diremos, tan sólo que todos esos voceros estén a la altura. Y vendrán también los que le hicieron la vida imposible entre su llegada a la Selección hasta la Eurocopa y lo harán (digo yo) para reconocer la generosidad de un tipo que quiso hacer feliz a la misma afición que le aborrecía. «Son Vds un grupo excepcional. Si no llegamos a la final es que soy un mierda». Pues la ganó. Gracias, Luis, por volver a limpiar el camino.

    http://www.larazon.es/detalle_normal_futbol/noticias/5339486/deportes+futbol/se-puede-ser-grande

    Luis, goles y éxitos en rojiblanco

    El día que se levantó entrenador y llamó de usted a sus compañeros

    Enrique Gozalo.

    En veinticuatro horas pasó de las musas al teatro. Una noche se acostó como jugador del Atlético y al día siguiente se levantó como entrenador. Vicente Calderón fulminó a Juan Carlos Lorenzo y Luis Aragonés, 37 años, se hizo cargo del equipo. Comenzó a tratar de usted a sus compañeros y amigos del vestuario, y empezó así una carrera como técnico que culminó en Turquía en 2008 en el Fenerbahce. Varios clubes en su vida (Betis, Barcelona, Espanyol, Sevilla, Valencia, Oviedo y Mallorca pero uno por encima de todos: el Atlético de Madrid, a donde había llegado en 1964 procedente del Betis, junto a Colo y el malogrado Martínez.

    El Luis futbolista –«lento como yo», decía ayer un emocionado Del Bosque– comenzó a pelarse con el balón en su barrio de Hortaleza (el sabio era su hermano, reconocía él) para dar el salto al Getafe, por entonces un modesto equipo de Madrid. Hasta allí fueron los ojeadores del Real Madrid para ficharlo y en 1958, cuando España aún supuraba por las heridas de la Guerra Civil, se incorporó a la «casa blanca». No tiene hueco entre los Di Stefáno, Rial y Gento y pese a que Don Santiago Bernabéu, que le ve jugar en los partidillos de los jueves, alaba sus condiciones (el guru del madridismo siempre confesó que se arrepintió de su marcha), Luis es cedido al Recreativo –en Huelva conoció a su mujer –, al Hércules y al Plus Ultra (actual Real Madrid). El Real Oviedo, con el que debuta en Primera en 1960, es su cuarto y último equipo al que va a préstamo. Porque en el Madrid están empeñados en fichar a Isidro, padre de Quique Sánchez Flores, y en la operación con el Betis entra él. Tres años de verdiblanco sirven para enamorarse de Sevilla, para bailar sevillanas con un estilo particular y para marcar 33 goles en 82 partidos de Liga. Con su estilo peculiar, con sus pies planos (zapatones es su nombre) se convierte en un jugador deseado, desvinculado del Real Madrid. Y es el Atlético el que le da la oportunidad. Jones, Adelardo, Mendoza, Collar, Griffa, Rivilla, San Román, Calleja y su entrañable Ufarte, al que llevaría a la Selección como segundo.

    Son jugadores de postín con los que el Atlético comienza a ganar títulos. Las peleas con el Madrid, como recuerda Florentino Pérez, eran encarnizadas, pero dentro de una sana rivalidad. Luis adoraba y era amigo de Di Stéfano, y mantenía excelentes relaciones con el plantel madridista. El primer título fue una Copa (con Otto Bumbel en el banquillo) y al año siguiente llegó la primera Liga. El catalán Balmanya era el técnico y Luis le convence de que pueden ser campeones tras una derrota. Sarriá corona a los rojiblancos. Luis es fundamental en el equipo. Sus goles, sus faltas lanzadas magistralmente y su personalidad contribu y en a engrandecer el historial del Atlético. Con Marcel Domingo (1970) llega la segunda Liga. Luis ya es un referente en el equipo. Manda casi tanto como el técnico y sus compañeros le respetan. Su carácter de puertas para afuera sigue siendo hosco, distante, pero su juego le ha convertido en internacional (13 veces vistió «La Roja») y en el maximo goleador del campeonato (16 goles, los mismos que su compañero Gárate y Amancio). Con Merkel, un técnico austro-alemán como Hitlet, tiene sus más y sus menos, pero llega la tercera Liga al derrotar al Deportivo en el Calderón. Luis es un referente del equipo y los atléticos de más edad recordarán los tres goles que le hizo al Cagliari (3-0) en el Manzanares en partido de la Copa de Europa. También había marcado el tanto en la isla italiana. De su mano y con una excelente plantilla al Atlético se le respeta en Europa. Es uno de los grandes, un equipo que juega sin complejos y que se codea con el Real Madrid y el Barcelona sin problemas. Así llega a la final de la máxima competición europea. 15 de mayo de 1974. Escenario, Heysel (Bruselas) y rival, el Bayern de Múnich. Juan Carlos Lorenzo en el banquillo y Luis, en el césped. No hay goles. hay prórroga y una falta en la frontal, escorada a la izquierda, lanzada magistralmente por Luis supone el 1-0. Es el gol más importente de la historia rojiblanca porque quedan dos minutos y el partido parece que está ganado. Hasta que Schwazenberg lanza un zapatazo desde su campo que Reina (padre) no acierta a detener. Ilusiones rotas, triunfo alemán (4-0) en el desempate y la leyenda de «el pupas» en el futuro. Luis Aragonés siempre lamentó la derrota, la mala suerte y el convencimiento de que algo falló.

    El Luis jugador se está apagando y llega el Luis entrenador. El Atlético. El del «culo pelao», el de la motivación extra, el que se gana a los vestuarios por su forma directa, y a veces vehemente, de decir las cosas. Y se bautiza muy pronto. Una Copa Intercontinental ante el Independiente, una Copa frente al Zaragoza y una Liga, ganada en el último partido en el Bernabéu. Es su única Liga en su palmarés porque luego conquista tres copas más. Dos con el Atlético y una con el Barcelona. La última como rojiblanco es ante el Real Madrid en el Bernabéu (goles de Paulo Futre y Bernd Schuster).

    Gil es el presidente y el dueño del Atlético. El mismo que le pone en la calle cuando accede al poder (1987) y con el que mantiene una relación convulsa, con muchos altibajos, a lo largo de los años. Dos personalidades de carácter fuerte que chocan, que se dicen las cosas a la cara y que conviven por el bien de la entidad. Tanto que su hijo Miguel Ángel recurre a él para sacar del infierno al Atlético, cosa que Aragonés consigue. En el fondo, es un sentimental, tímido, al que no le gusta estar en los focos y que prefiere las loas para sus jugadores.

    Una dilatada carrera con el Atlético como epicentro donde logró sus mayores éxitos. Por eso se le quiere y se le venera en el Calderón, su casa.

    http://www.larazon.es/detalle_normal_futbol/noticias/5339875/deportes+futbol/luis-goles-y-exitos-en-rojiblanco

    La última conversación con el más grande

    José Miguélez

    Cuesta no llorar. No han pasado ni dos meses de aquel encuentro, de la que fue sin entonces saberlo nuestra última de tantas conversaciones, la que ya queda como su entrevista final. Aquel día tocó el Luis Aragonés cautivador y cercano, el cariñoso, el hablador también fuera de micrófono. No siempre era así. Sentados alrededor de una mesa interior del Imanol de Diversia, en Alcobendas, muy cerca de su domicilio, Luis se puso a reflexionar desde la primera pregunta sobre la evidencia de que ya no iba a entrenar más, de que estaba retirado, de que había que considerarle pasado. Aunque ya entonces combatía contra la enfermedad, no parecía la salud lo que le empujaba a hablar así. Pero a través de esas respuestas, sin proponérselo, fue redactando su epitafio.

    ¿Y qué le decimos ahora a los niños que se han quedado ya sin verle? ¿Quién fue Luis Aragonés?  “Un buen jugador y un buen entrenador. Poco más. No tengo un elevado concepto de mí mismo. Simplemente creo que he hecho las cosas como debía. Con errores y aciertos, pero nada más”. Aunque Luis Aragonés sabía que ha sido mucho más que eso, prefirió dejar ahí su autodefinición. Pero a lo largo de la charla, mientras verbalizaba públicamente por primera y última vez su adiós del fútbol, a Luis se le fue cayendo la convicción íntima de que no había recibido la consideración que su enorme figura se había ganado: “Yo le debo todo al fútbol. Pero el fútbol me debe algunas cosas, porque me he dejado la vida”. Esperaba más del Atlético y la Federación española, las dos instituciones que encumbraron su carrera. También de la prensa y el balompié como término abstracto, esa Copa de Europa que acarició tras un gol personal de falta y que se quedó sin conquistar. No destilaba rencor, pero sí mucha melancolía.

    Nada más publicarse la entrevista, interpretada como el anuncio inequívoco de su retirada, la gente (el fútbol y los medios) se dejó llevar por un impulso inmediato, espontáneo y casi abrumador de saldar esa deuda pendiente de gratitud con su obra. Pero a la que asomaron los homenajes y el reconocimiento, fue el propio Luis, incomprensiblemente pero muy en Luis, quien los zanjó en secó. Prefirió irse sin emocionarse. Sin leer o escuchar lo que merecidamente hoy se va a decir de él, y que ya hace dos meses estaban todos dispuestos y decididos a expresarle. Que ha sido el más grande, posiblemente el personaje más importante del fútbol español; el Atlético de Madrid en primera persona; el autor de La Roja.

    Y también un reto periodístico, una maravillosa aventura, por esa desconcertante habilidad para combinar el arte de marcar bruscamente las distancias con el encanto irresistible de acortarlas del todo. Con Luis Aragonés podías encontrarte lo mismo en mitad de una acalorada y desagradable discusión que conversando cordialmente del fútbol y de la vida alrededor de unos vasos de cerveza. Como en esa última entrevista en la que se despedía. Unas veces Luis era un no tajante y otras era un gigantesco y generoso sí. A la vez un jeroglífico indescifrable y un libro abierto. Un personaje fascinante e irrepetible. Con sus seguidores y sus detractores, también entre el periodismo. Sin ser su amigo, yo pasaba por ser de su ejército. Muy de Luis, luisista, como tantas veces me tiraron en forma de acusación algunos colegas en el fragor de las tertulias. Luis deja un vacío, pero también un legado. Un puñado de emociones generales y recuerdos personales que ahora se acumulan; un par de consejos, unas pocas broncas y unas treinta entrevistas. Mañana en el Calderón yo también cantaré su nombre. Se va el más grande. Adiós Luis, gracias por todo.

    http://vozpopuli.com/deportes/38225-la-ultima-conversacion-con-el-mas-grande 

    Luis: Del Plus Ultra al gol de Torres

    Ramón Trecet

    El Plus Ultra vestía camiseta azul y pantalón blanco, el presidente era el sr. Borrachero y era el equivalente al Castilla en la època de la Guerra Civil, que  como todo el mundo sabe duró en Madrid hasta el año 1959, con la llegada del Plan de Estabilización de los López y Ullastres.

    Luis Aragonés llegó al Plus (que era como se llamaba al equipo entonces) despues de haberse convertido en el rey de los cedidos porque asi lo quería el Sr. Malbo, que era el que dirigía las categías inferiores del Real Madrid. Las cesiones eran a equipos de la zona, porque viajar en aquel entonces era muy complicado. Luis era un futbolista producto de una situación social muy tercer mundo, muy pais aislado, muy Madrid poblachón manchego, que decía Cela. Luis no era de Madrid, porque su pueblo, Hortaleza, todavía no formaba parte del casco del poblachón. Por no haber no había ni bolsas de deportes y las botas mejores que había, eran las botas Matollo.

    Para cuando a Luis Aragonés se le planteó la posibilidad de ir a un equipo estable, El Real Betis Balompié, Luis tenía más kilómetros  en sus piernas que el tranvía 61, que iba a  Conde de Peñalver, como ahora el autobús del mismo número; PORQUE…

    Academia de corte y confección

    Sabañones, aceite de ricino

    Gasógeno, zapatos topolino

    El género dentro por la caló

    Para primores galerías Piquer

    Para la inclusa, niños con anginas

    Para la tisis, caldo de gallina

    para las extranjeras, Luis Miguel

    Para el socio del limpia, un carajillo

    para el estraperlista, dos barreras

    para el Corpus retales amarillos

    que aclaren el morao de las banderas

    Al día siguiente hablaban los papeles

    de Celia, de Pemán y del Bayón

    Enseñando las garras de astracán…

    Al día siguiente hablaban los papeles

    de Gilda y del ATLETI DE AVIACIÓN

    "De purísima y oro" Joaquín Sabina, al que algún día habrá que… Manera de perder.

    Mi amigo Adolfo Vicente me pasa la letra de este retrato del Madrid/Posguerra. Un abrazo.

    Ahí surge Luis Aragonés, un superviviente, como todos nosotros,mayores de 65 años, todos vosotros, menores de 35 años.

    Su primera estabilidad, el susodicho Betis. Luego, el Atlético de Madrid tiene un nuevo presidente que  invierte, estadio nuevo, fichajes de postin: Llorens, Martínez, Luis Aragonés, vienen del Betis. Se construye el estadio Vicente Calderón.

    Cuando Luis llega al Atlético de Madrid, tiene más experiencia en esto del fútbol que Fernando Fernán Gómez escribiendo "Las bicicletas son para el verano". Es un joven/viejo de la época. Se hace con el vestuario enseguida. Todo el mundo sabe que puede ser un entrenador especial cuando lo deje. Mete el gol de su vida en la falta que adelanta al Atlético de Madrid frante al Bayern, con toda la tragedia deportiva posterior.

    Cual Simeone ( al que dijo "¿a qué esperas?" cuando el argentino le dijo que podía ser entrenador del Aleti) se hace cargo del equipo tras diez jornadas de liga siendo entrenador anterior Juan Carlos Lorenzo. Le imprime el carácter, la personalidad, la imagen de marca que es ATLETI para el resto de los tiempos. Veleidoso, el fútbol le saca de un equipo y le pone en otro. Da igual. Va afinando su quehacer. "Míreme a la cara" le dice a Romario, en escena captada por las cámaras y que en otro pais daría para una película; pero claro necesitamos gente que crea en este pais. Si no, la pelicula la harán los ingleses. Un día, con la idea muy clara de lo que quiere para su equipo síntesis de todos sus conocimientos, La Selección Nacional de España, decide interiormente que para que todo cristalice, va a contar con unos jugadores determinados y que desgraciadamente, en el triaje, van a caer figuras de mucho valor. Y da un paso inédito. Convoca una rueda de prensa con Raul para decir a todo el mundo que no cuenta con él, no porque no crea en sus virtudes, sino porque va por otro lado, por otro camino, otras esencias; no se le entiende.Yo tampoco lo entendí. Ahora miro para atrás y me doy cuenta de la grandeza del individuo. Tenía grabadas a fuego de la experiencia las condiciones necesarias para poner en marcha una línea de trabajo que po día dar resultados brillantes: 

    Cuando Torres  llega al balón un centésima de segundo antes que Lehmann y mete el gol de su vida, mientras el balón va inexorablemente camino del ángulo inferior derecho de la porteriía alemana, soplando cual Eolo, en sus casas, están Rivilla, Callejo, Calleja, Gárate, Marcel Domingo, Vicente Calderón…. Cada uno dondequiera que estén, del planeta o del universo.

    Luis ha conseguido vencer los complejos de inferioridad que dimanan de la  pertenencia a la posguerra más larga de Europa de todos nosotros.  Al hambre material y espiritual. A la identidad confundida del fútbol español, que puede seguir adorando a Belauste " A mi Sabino que los arrollo" porque fue heroico, pero cincuenta años despues tiene un ADN distinto. Cada partido de la Eurocopa 2008 se afronta con una charla en la que el tema central es: "Son muy buenos. Pero nosotros somos mejores, CREEDME".

    Terminado el Europeo, Luis deja la selección. Se pierde en el quehacer industrial del fútbol siglo XXI. Curioso, Luis y Vicente, los dos fracasan cuando pierden raices. Vicente puede volver a ellas continuando la obra de Luis. A Luis Aragonés en cambio no le dan bola a su nivel… Porque es 'viejo'.

    ¿Tendremos alguna vez como sociedad la suficiente grandeza como para acreditar con su valor perenne a nuestros líderes, creadores, antes de que se mueran? ¿Sería mucho pedir que la Copa pasase a llamarse Copa Luis Aragonés?

    Porque sin el Luis Aragonés de 2008, no hubiese sido posible el Mundial 2010 ni la Eurocopa 2012

    ¿Seguiremos siendo mezquinos, cainitas con nuestros héroes? 

    http://deportes.terra.es/ramon-trecet/blog/2014/02/01/luis-del-plus-ultra-al-gol-de-torres/
  • Tributo a Luis (II)

    El mito de Luis Aragonés

    Guillermo Daniel Olmo

    Los chavales de mi barrio dan sus primeras patadas a un balón en un polideportivo que lleva su nombre. Muchos son tan pequeños que no saben quién es, ya quién fue, el tal Luis Aragonés cuyo nombre figura junto al oso y el madroño en el rótulo de entrada a la instalación. Yo, que también fui chaval, sí sé quién fue Luis Aragonés. Acostumbrado a ver a España palmar de todas las maneras posibles, las ridículas, las indignas y, la mayoría de las veces, las trágicas, crecí como aficionado convencido del sino fatal del equipo de la camiseta roja. Hasta que llegó él.

    Otros mayores que yo podrán hablar de cómo jugaba Luis, de su talento lanzando golpes francos, de lo cerca de la Copa de Europa que llevó al Atleti de sus amores, de como se entendía con Irureta, Gárate y otros que no son para los de mi generación más que nombres muertos en enciclopedias. Para los que nacimos en la década de 1980, esa que está tan de moda ahora por nuestro peso estadístico en Facebook, Luis siempre fue un entrenador. El que agarró de la pechera a Eto´o cuando le dio un intolerable ataque de niñato, el que explicó en una rueda de prensa al más típico estilo Celtiberia Show la sutil diferencia entre una peineta y un corte de mangas, que la hay, no crean que no.

    Llegó al cargo de seleccionador nacional en medio de un inusitado consenso en el mundillo futbolístico. Veníamos de una actuación indecorosa en la Eurocopa de Portugal y en los últimos años habíamos sido capaces de perder con potencias como Chipre, Noruega o Nigeria. Como después de la tragedia ultramarina de 1898, toda la opinión publicada exigía una regeneración y el sabio era el elegido. La selección era el techo para un técnico que había ganado y perdido en los banquillos de toda España. Le faltaba el del Bernabéu, pero ahí había una incompatibilidad insuperable, porque en el Madrid, aunque lo ganes todo, te echan si no vistes de Armani, y a Luis podía uno imaginárselo con el uniforme de camarero de El Brillante, pero nunca enfundado en un diseño italiano.

    El Mundial de Alemania dejó fogonazos de arte, como el memorable gol de Torres contra Ucrania, pero terminamos con el gatillazo de siempre contra la Francia del último Zidane. Tras esto las cosas se torcieron de verdad y a Luis se le dio por muerto, un cadáver más en el osario de la desgracia hispana. Entonces se cargó a Raúl. Periodistas cortesanos de toda filiación mediática, los de las mamadurrias, que diría Esperanza Aguirre, recrudecieron su ofensiva contra el eslabón débil. Pero el técnico se refugió en su prometedor grupo de jugadores. Convirtió a Ramos en un zaguero imperial, enseñó a Xavi a leer todos los mapas que ya tenía en su cabeza e inyectó sangre en la mirada de todos sus hombres. Hizo piña con ellos y empezó a pavimentar una ruta hacia la gloria en la que solo creía él.

    Y así llegamos al verano loco de 2008. Y España empezó a jugar como si no fuera España, como si la utopía fuera posible en cada internada de Iniesta, en cada remate de Villa. Todo el país se pegó al televisor. Como todos los veranos de torneo, en bares, campings, terrazas… Todos en bermudas viviendo un sueño que en el fondo sabíamos que terminaría mal. ¿Por qué iba esta vez a ser diferente? Los medios de todo el mundo empezaron a hablar del equipo del abuelo, un abuelo que jugaba con los nervios de aficionados y comentaristas agotando los cambios de una sola tacada a media hora larga del final de los partidos. Como en los casinos, desde el banquillo a Luis le iba lo de apostar fuerte.

    Aquel verano ocurrieron cosas inconcebibles en mi infancia. Le ganamos a Italia en los penaltis y llegamos a la final contra Alemania. ¿Recuerdan lo que decía Lineker sobre los alemanes y el fútbol, verdad? Pues España llegó y ganó aquella final gracias a un gol de Torres que Luis Aragonés había vaticinado en la intimidad del vestuario, allí donde su figura alcanzaba su verdadera estatura.

    Hoy la muerte se ha llevado. Me lo imagino recibiéndola con la misma mueca de hastío con que acudía a las ruedas de prensa. Apagando su pitillo y acompañándola con desgana hacia una cita que sabe ineludible. También hoy, bajo el sol del invierno madrileño, en el “poli” que lleva su nombre, los chavales de mi barrio persiguen los sueños que encierra toda pelota en movimiento. Crecen convencidos de que la selección española a la que veneran en sus cromos es un equipo campeón. Quizá algún día se pregunten si siempre fue así.

    http://abcblogs.abc.es/mundial-2010/public/post/el-mito-de-luis-aragones-15792.asp/

    El mejor en dos palabras

    José Miguélez

    Luis Aragonés fue el mejor. Así de simple y rotundo. No hacen falta más palabras para entender quién se acaba de ir. Tampoco usaba demasiadas. No las necesitaba. Se le entendía. Le bastaba una onomatopeya o una frase hecha, dejar sin acabar la oración o abrocharla con su célebre ‘y tal’, para que el futbolista le atendiera y le creyera. Artista en el manejo del palo y la zanahoria, fue casi más psicólogo que entrenador. De un rato en su diván, el jugador salía implicado, convencido y ganador. Luis se marchó sin que un solo subordinado hablara mal de él. Ni en alto ni por detrás. Fue más incómodo para sus jefes, con quienes llegó a las manos (incluso de forma literal). Alguna vez reconoció que les levantaba la voz como fórmula calculada para evitar el despido. Miró mejor a los de su gremio, aunque receló de algunos, especialmente de los que veía con el chándal sin arrugar. Pero no se encasilló en ninguna corriente.

    Le dio igual reinventar el contragolpe o animar al toque para llegar a su innegociable ganar, ganar y volver a ganar. Y con la prensa, dependió del día. Igual caía un rejón que una carcajada, un exabrupto que unas cañas. Lo mismo te negaba a voces que te concedía una entrevista sin atender al reloj, incluso la última de su carrera y (sin imaginarlo entonces) de su vida. No se sabía con qué Luis te encontrarías, pero sí que lo verías venir. Con todos iba de frente. Menos esta vez, que ni avisó. Descanse en paz el mejor de todos.

    http://opinion.as.com/opinion/2014/02/02/portada/1391297675_685705.html

    En aquella heladería de Viena...

    Mónica Marchante

    En una heladería de Viena, frente al hotel donde España aguardaba la final de la Euro 2008, pregunté a Luis si no le apenaba que Torres no hubiera tenido el peso esperado. Dijo tajante: niña, esta noche le voy a dar dos besos en la frente. Uno por cada gol que va a marcar. Será el hombre de la final. Cuando Fernando remató al palo un escalofrío recorrió mi cuerpo en el palco del Ernst Happel. Cuando cruzó aquel balón a la red supe que lo había vuelto a hacer. Tiempo después, Torres confirmó en Informe Robinson que Luis le dio ese beso en la frente la noche antes de la final.

    Esa fue la historia de su vida como entrenador, el mejor motivador que jamás ha tenido el fútbol español. Durante años se asoció a Luis con el contragolpe y sin embargo fue él quien supo ver que esos maravillosos bajitos debían llevar el peso de la Selección con el balón en los pies. Le dio el mando a Xavi y convenció a Iniesta de que lo suyo no era sólo el último pase. El gol de Ramos en Aarhus con el agua al cuello y la maravillosa segunda parte frente a Rusia en semifinales me quedan para siempre. Eso y el corazón más grande que conocí en todos estos años, bajo su disfraz de gruñón. Gracias por todo maestro. 

    http://opinion.as.com/opinion/2014/02/02/portada/1391297464_223047.html

    '¡Ganar, ganar y ganar!'

    Fernando Torres

    Cuando eres un niño y empiezas en esto del fútbol, vives de ilusiones, de sueños que piensas que algún día llegarán porque crees que lo puedes lograr todo. Desde que tenía 10 años, he visto compañeros, con muchas más condiciones que yo, que se iban quedando en el camino. Y eso no es más que un proceso de aprendizaje que se acelera cuando estás en un vestuario profesional con 17 años y empiezas a ver que el fútbol que conocías no tiene nada que ver con el fútbol profesional.

    Me decía casi a diario: «¡Niño! Usted no sabe nada de nada». Me apreciaba mucho

    Ahí aparece Luis en mi vida. Es mi profesor en el fútbol, quien pone freno a mis ambiciones hasta que esté preparado, quien me aconseja y me explica qué compañeros son los que me aprecian de verdad y quiénes los que se acercan por interés, cómo funciona esto de los medios a este nivel. Reforzaba los valores que había aprendido durante toda mi vida, los del fútbol de antes. Como él me decía casi a diario: «¡Niño! Usted no sabe nada de nada». Por eso, con el tiempo, entendí que lo hacía por que me apreciaba mucho. Sinceramente, no se lo vi hacer con otro jugador. Me estaba preparando para que pudiera llegar donde yo quisiera y me estaba preparando desde el cariño que me tenía y que siempre conservó. Creía en mí.

    Con España nos bajó de las nubes: «Fuera egos, no sois mejor que nadie si no sois un equipo»

    En nuestra segunda etapa juntos, hizo con la selección española lo que antes hizo conmigo. Nos bajó de las nubes y nos dijo: «Fuera egos, no sois mejor que nadie hasta que no seáis un equipo». Y ese proceso estuvo lleno de baches, de enemigos en el camino que dejamos atrás con la convicción del que sabe que tiene que pasar por eso para llegar a su meta. Y cuando lo comprendimos, su discurso de que podíamos ser campeones de Europa ya no sonaba a discurso motivador sino a objetivo real. Nos hizo creer que en fútbol es el primer paso hacia los sueños más difíciles. Y eso fue cuando estábamos más hundidos, cuando no llegaban los resultados y las dudas desde fuera eran más grandes que nunca. Pero vivíamos en una burbuja que Luis creó especialmente para nosotros y sólo para nosotros. Esa estrategia tuvo un final feliz y pasará a la historia como el hombre que cambió el fútbol español, el que nos hizo soñar, creer, luchar y ganar. «¡Ganar, ganar y ganar!» gritábamos antes de cada partido tocando el balón.

    Hoy ya no está entre nosotros, pero los que le conocimos ya hemos ganado. Los que aprendimos de él volvimos a ganar, y los que hoy leemos que nos ha dejado con lágrimas en los ojos le damos las gracias porque volvemos a ganar, y probablemente ganaremos siempre. Nunca te irás, nos dejas tu legado imborrable.

    Gracias viejo. Descansa en paz.

    http://www.elmundo.es/deportes/2014/02/02/52ed6bf9268e3ead4f8b457b.html

    John Wayne en el horizonte

    Ferrer Molina

    El uruguayo Pandiani acudía muchos días a los entrenamientos conduciendo su camión. Luis Aragonés debería haberlo hecho a caballo. Un tipo capaz de coger a Reyes de las solapas; de sujetar a Romario para obligarle a que le mire a los ojos; alguien que se permite levantar a Futre de la cama al grito de "hoy vengaremos a Pizo" una mañana de una final de Copa; un tío, en fin, que se niega a convocar a la selección a Raúl en contra de todos los madridistas con micrófono y les estampa en la cara una Eurocopa, no es un entrenador, es un cowboy, un llanero solitario, un pistolero, un cimarrón.

    Como buen vaquero, tiene apodo. Quisieron endosarle el de Sabio de Hortaleza. Suena a Genio de Vitigudino. Y claro, él se decantó por Zapatones, mucho más cercano y pedestre. Le pusieron el cartel de Wanted por racista; a él, que se ha duchado toda la vida entre negros, que mide a los hombres por cualquier parámetro antes que por el color de su piel. Salió vivo de la encerrona porque, como se dice en el vestuario, tiene los huevos pelaos de estar en el oficio. Cuando no habían nacido los santurrones de lo políticamente correcto y los futbolistas olían a sudor y no a lavanda, le empató un Pichichi a Amancio y a Gárate. Fusiló a los porteros desde fuera del área, a balón parado, con talento. Garci lo habría reclutado con gusto para el papel de Germán Areta en El Crack. Da igual, lo hizo Alfredo Landa.

    Alguien capaz de escaparse para intentar asaltar la banca del casino, de jugárselo todo a una carta, de gritar hasta expulsar la dentadura, de no avergonzarse de ser de derechas, de cambiar la inercia de la decadente furia española por el toque -porque la furia la ponía él-, de hablar de "pasillos de seguridad" y de "condición física de base" para echar unas migajas con las que entretener a los periodistas... alguien así es imperecedero.

    Dicen que han dicho que dijo Luis que tenía leucemia y que podía no salir de ésta. ¡Quia! ¿Alguien ha visto morir a John Wayne? Luis, sencillamente, sigue cabalgando por el horizonte.

    http://www.elmundo.es/deportes/2014/02/01/52ed4d97268e3ebf4f8b4579.html

    Míster, nunca fuimos japoneses

    Xavi Hernandez

    “Usted no es japonés, usted me entiende lo que le digo”. Me dijo una noche. Le estoy viendo, en la habitación de un hotel y sé que le echaré de menos. Mucho. Porque yo a Luis Aragonés le quería mucho. Y con Luis hablé mucho.

    Sabía que no estaba fino, pero nunca pensé que tenía algo tan grave, que se iba a ir tan pronto, tan rápido, de esta manera. “Estoy bien, estoy bien”, me decía cuando le preguntaba. Hablaba de vez en cuando con él, porque para mí siempre, desde el día que le conocí, fue un referente absoluto. Supongo que es el entrenador con el que más horas he pasado hablando de fútbol. Subía a la habitación y hablábamos horas, a veces del estilo “esa es la clave, Xavi, saber a qué queremos jugar”, siempre de la importancia de juntar a los buenos en el campo y también de lo importante que era no tener miedo a nadie, a ningún equipo, por mucho que corran más. “Usted y yo sabemos que la pelota corre más que ellos. Y que la tocamos mejor que ellos”, me dijo. De Luis tengo los mejores recuerdos de una charla, de un encuentro por los pasillos, de una aparición en el comedor, porque siempre te dejaba algo. Y siempre tenía razón, siempre.

    Luis es fundamental en mi carrera y en la historia de La Roja. Sin él, nada hubiera sido lo mismo, imposible. Con él empezó todo

    Luis iba de cara; te miraba en el entrenamiento, se acercaba y te decía: “Usted está haciendo el jeta, ha venido a entrenarse y no le veo. ¡A mí no me gustan los jetas!”. Y se iba. Luis nunca engañaba, iba de cara. “Tú no juegas porque has dado pena esta semana”, “¿Estás cansado o qué?”, “Hoy has estado fantástico, esta semana lo vas a bordar”. “¿Se cree que yo me chupo el dedo, que soy gilipollas?” Así era Luis, cercano, de verdad.

    El otro día recordé una anécdota de la primera vez que me convocó para la selección. No me había llamado a la primera convocatoria y en septiembre, nada más llegar, me estaba esperando. “¿Qué pensaba usted? ¿Que el hijo de *** del viejo no lo iba a traer, eh?”. Y yo, acojonado, le dije: “No, no, en ningún momento he pensado algo así, míster”. Y él, puro Luis, me dijo: “Sí, sí, sí, a mí me va a engañar. Venga, para arriba y ya hablaremos”. Y hablamos ese día y mil horas.

    Luis es fundamental en mi carrera y en la historia de La Roja. Sin él, nada hubiera sido lo mismo, imposible. Con él empezó todo, porque nos juntó a los pequeños, Iniesta, Cazorla, Cesc, Silva, Villa... Con Luis hicimos la revolución, cambiamos la furia por el balón y le demostramos al mundo que se puede ganar jugando bien. Si no ganamos la Eurocopa no hubiéramos ganado el Mundial, claro que en ese sentido, fue fundamental la llegada de Del Bosque, otro fenómeno.

    Con Luis hicimos la revolución, cambiamos la furia por el balón y le demostramos al mundo que se puede ganar jugando bien

    A Luis le dieron mucha caña pero fue él quien marcó el camino, quien le dio a España el estilo que tiene hoy. En eso, siempre coincidimos. Fue Luis quien vio lo que había y apostó por bajitos. “Voy a poner a los buenos, porque son tan buenos que vamos a ganar la Eurocopa”. Y la ganamos. Fue inteligente y muy valiente.

    En lo personal, Luis me hizo sentir importante cuando mi autoestima era un desastre. Me dio el mando de la selección cuando no lo tenía ni en el Barça. “Aquí manda usted”, me dijo, “y que me critiquen a mí”. Decidí devolverle la confianza en el campo. Si fui elegido el mejor jugador de la Eurocopa fue por él, aunque él siempre me lo negaba. Conmigo tuvo detalles inolvidables. A Alemania no llegué bien, pero me esperó. Venía a verme a Barcelona, preocupado por mi rodilla. Vino Paredes [preparador físico] a subir a La Mola mientras me recuperaba... Luis me llamaba cada dos por tres. “Apriete Xavi, no se duerma que le espero”.

    La palabra fútbol en el diccionario tendría que llevar al lado la foto de Luis. Luis es el fútbol hecho hombre, el fútbol hecho persona.

    Hasta siempre, mister. Y gracias por todo. Y que lo sepa: usted y yo nunca fuimos japoneses. 

    http://deportes.elpais.com/deportes/2014/02/01/actualidad/1391284340_205577.html

    El eterno canchero

    José Sámano

    Genio y figura, Luis era trinitario: en un minuto podía ser Luis, Aragonés o Suárez. Los tres eran igual de complejos, taciturnos, socarrones, hilarantes, ásperos, dicharacheros, retraído, directo como un aguijón. Solo tenían un nexo en común, Luis Aragonés Suárez nunca dejaba impasible. Resultaba tan inescrutable que con sus cosas no siempre sabía uno a qué atenerse, si llorar o reír. Un personaje enciclopédico tras su perpetuo “tal y tal” que siempre cautivaba a los vestuarios, incluso por las bravas, como bien sabe su ahijado Eto’o. Destilaba fútbol y más fútbol y a los jugadores les llegaba hondo con su verbo directo, punzante, cómico incluso. Un pillo que sabía demasiado. Lo mismo les sorprendía con los nombres y apellidos de los linieres —así flirteaba con ellos desde la banda, porque sostenía que les orgullecía que les conociera—, que se hacía el abuelete y se refería a Ballack como el “Wallace ese” para quitar hierro a la final de Viena.

    Luis entendía como pocos lo que se cuece en un vestuario, porque toda su vida fue entrenador-jugador, dualidad que jamás disoció. Lógico si se repara en que fue alumno y jefe de sopetón desde los 36 años. Todo en unas horas, las que tardó Vicente Calderón en quitarle el pantalón corto y ponerle un chándal. “Los entrenadores siempre deben ir en chándal”, acostumbraba a decir este hombre tan canchero y obsesivo que llegó a dirigir una sesión de precalentamiento con una pelliza puesta en El Plantío y sus alborotadas e infinitas patillas descolgadas bajo unas gafas de otro siglo. La única imagen que le preocupaba era la del fútbol, ahí donde se sentía plenamente realizado.

    Ya de entrenador, como nunca se jubiló como futbolista, era habitual verle tocar y tocar la pelota en los ensayos. Mientras los chicos correteaban, él siempre estaba rodeado de balones, sin importarle un rábano cargar con la bolsa de las pelotas. Y hasta tirar faltas, de lo que presumía ante sus pupilos. No le faltaba razón, Aragonés era un zapatones, pero un zapatones de seda.

    Luis concitaba numerosas fidelidades en la distancia corta, en la que lucía una socarronería que nade tenía que ver con su imagen hosca, la del gruñón ante los focos. Con tantas afinidades hasta se rebajaban sus exabruptos, sus desplantes a los ramos de flores o sus arengas excesivas con henrys de por medio. Las cosas de Luis, de Aragonés o de Suárez, vaya usted a saber.

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    El espíritu de Neustift

    La gran obra de Luis, la fundación de La Roja, fue una genial construcción de manejo de grupos y persuasión que acabó por consolidar al equipo que ganó la Eurocopa de 2008

    Luis Martín

    "El espíritu de Neustift" le llamaron a todo lo que ocurrió aquel mes largo de concentración en el valle de Stubai, donde España preparó cada partido de la inolvidable Eurocopa de 2008, el año en el que nació La Roja, el año que España volvió a ganar. Puede que se hubiera dado en cualquier parte del mundo, pero es seguro que nunca se hubiera producido sin la aportación de Luis Aragonés, que desparramó sobre el valle toda su sapiencia. Cómo manipular a mi antojo en función de las necesidades, podría llamarse la lección. Porque eso hizo Luis. Cualquiera de los futbolistas que movió a su antojo lo sabe y no lo olvidará jamás. En algún bar de aquel pueblo hay fotos que lo demuestran. En la memoria de quienes vivieron aquellos días, sin duda, está grabado a fuego.

    "¡Es alucinante cómo maneja los códigos!", decía Xavi. "En Luis nada es gratuito"

    Luis supo llevar a su terreno cada minuto de aquella concentración, cada decisión, cada detalle, cada guiño. Y ganó España la Eurocopa. Puede que el caso más evidente del efecto Luis durante aquellos días tenga que ver con Sergio Ramos y con Xavi, uno por defecto y otro por exceso. Al volante le hizo capitán general, al entonces lateral le enseñó a ser futbolista. Nadie se llevó más broncas que el andaluz; y pocos jugaron mejor que Xavi. "¡La mangoneta!, Sergio, ¡la mangoneta me la deja en casa!", le gritaba Luis a aquel caballo desbocado cada vez que intentaba un regate pasándose la pelota por la espalda a la carrera. Le habló del grupo, de respeto al compañero, de la esencia del jugador. Y Sergio le entendió cuando, en el campo de entrenamiento, ante los ojos de todos, incluido el de las vacas y los caballos peludos que les miraban desde la ladera, le hablaba y le decía: "¡Haga usted el favor de dejar el móvil de los cojones y hable con sus compañeros!". Y por la noche, se iba a ver a Xavi. Y a Iker. Y como no podía dormir, porque Luis durmió muy poco en aquel valle, hablaba con Paloma, la jefa de prensa, hasta que asomaba el sol y le daba permiso para irse a dormir. Y entonces, hablaba con los empleados del hotel. En Italiano. Como si Luis hablara italiano...
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    "Es alucinante cómo maneja los códigos. Es una enciclopedia", le reconoció entonces Xavi. Y no mentía, solo verbalizó aquellos días su sorpresa al ver de lo que fue capaz Luis, de su facilidad para generar aquel ambiente de grupo. "En Luis nada era gratuito, no hacia las cosas por hacerlas, las hacía porque eran necesarias, porque era su libro de fútbol. Era una lección permanente", le reconoce Capdevila y como él, todos los jugadores que en Austria, camino de la gloria de Viena, se impregnaron del espíritu de Luis Aragonés en las montañas. "Este pueblo contagia cosas positivas", dijo Jara, ex jugador del Valencia y hombre clave en la elección del lugar de concentración de España, al lado de Innsbruck. Fue él quien le propuso a la RFEF irse a Stubai, quien puso a la selección en la pista de Neustift. "Sabía que sabrían cuidar de sus invitados", afirmó. Pero el que supo cuidar de todos aquellos días, en aquel pueblo por el que todos tenían la sensación de que, tarde o temprano, asomaría Heidi, fue Luis Aragonés. Es cierto que Jesús Paredes, el preparador físico, y Antonio Limones, el director de logística de la selección, se encargaron de supervisar la infraestructura, pero Luis le puso el alma a la montaña. "Yo sólo he tratado de influirles en algunos conceptos que considero básicos, como el respeto que se deben tener unos a otros; que sepan, porque lo considero fundamental, que el compañero está siempre a tu lado; que pueden contar los unos con los otros porque eso, entiendo, hace fuerte a un equipo", aseguró entonces el técnico, como si nada, como si fuera todo tan fácil, convencido de que los jugadores lo entendieron. "Funcionan solos".

    "¡Haga usted el favor de dejar el móvil de los cojones y hable con sus compañeros!", gritaba Luis

    Luis les protegía, incluso de los micrófonos. Durante un entrenamiento hizo retirar a un cámara de detrás de una portería convencido de que podría grabar lo que decían los porteros, Casillas, Reina y Palop, que cada día terminaban media hora más tarde que sus compañeros las sesiones preparatorias. Nada le hacía más feliz a Luis. "Antes", decía en la madrugada, en esas charlas clandestinas con periodistas, en bares, "acababa el entrenamiento, nos tomábamos el vermú, comíamos, jugábamos a las cartas, los solteros quedaban con las chicas y luego, cenábamos. Eso es ser futbolista", decía.

    Nada demuestra mejor el espíritu que contagió Luis Aragonés al equipo español en aquellos días que el abrazo con el que el equipo celebró el gol de Villa, que le dio la clasificación a España en Innsbruck en el minuto 92, ante Suecia. El Guaje salió como una flecha hacia el banquillo y desapareció engullido por los abrazos de sus compañeros. Hasta Luis se sorprendió a sí mismo festejando como no acostumbraba: "Me emocioné al ver la reacción del banquillo. Reconozco que ha sido una reacción impropia de mí". Solo dos años antes, el 19 de mayo de 2006, en el estadio Gottlieb-Daimler, de Stuttgart, España y Túnez se enfrentaron en el segundo partido del Mundial. España, que había goleado en el primero a Ucrania (4-1), perdía en el minuto 70 por 0-1. En el 71 empató Raúl, se fue al banderín de corner, beso el anillo y miró al banquillo. Solo se abrazó a Cañizares y a Salgado. El resto de los suplentes le dieron un par de palmaditas sobre el número siete. "Fue mérito de Luis", dijo Torres. "Todo lo genero él", explicaron entonces, y sostienen aún, en la federación española. No mienten. En Neustift, en el valle donde España ganó la Eurocopa, olía a sabio de Hortaleza. 

    http://deportes.elpais.com/deportes/2014/02/01/actualidad/1391282513_059737.html

    De la bronca del compañero al usted del jefe

    "A mí me viene el cáncer ese y voy a por él y le gano", solía decir antaño. Hace poco me dijo: "Cada año que pasa cumplo diez"

    Javier Irureta

    Era un lunes o un martes de noviembre de 1974. El presidente, Vicente Calderón, había decidido prescindir de los servicios de Juan Carlos Lorenzo como entrenador tras disputarse la novena jornada de Liga y antes de tomar una decisión sobre su sustituto se reunió con los capitanes del equipo. Adelardo y Luis eran los primeros capitanes, luego estaba Gárate y también me llamó a mí a su despacho madrileño. Recuerdo que nos pedía nuestra opinión sobre los que estaban disponibles en aquel momento. En la conversación iban desgranando nombres: Otto Bumbel (que ya había entrenado al Atlético en 1964-65, Di Stefano, se habló también de Puskas. Nosotros poníamos cara de póker o haciendo esos gestos que lo mismo valen para decir que sí que para decir que no. Calderón decía que, claro, un exfutbolista del Real Madrid, no sería bien acogido por la afición del Atlético. La conversación continuaba y seguían nuestras señas indescriptibles. De pronto el presidente lanzó una pregunta: "¿Y qué os parece Luis?". "Claro, Luis es el que mejor nos conoce", respondimos casi al unísono.

    Calderón nos llamó a Luis, Gárate, Adelardo y yo: "¿Qué les parecen Di Stéfano o Puskas como técnicos?". Pusimos cara de póquer y soltó: "¿Y Luis?"

    Al día siguiente, Luis se presentó en el vestuario con una cartera en la mano. Nos sorprendió que nos hablara a todos de usted, a gente que como Adelardo había estado con él de jugador durante 13 temporadas, Gárate, nueve, yo ocho. Enseguida lo entendimos: "Hasta ahora he sido vuestro compañero, ahora soy vuestro jefe". Lo mismo que como futbolista marcaba su territorio, disputando cada centímetro al rival, como entrenador marcó el territorio desde el primer día. Fue una sensación extraña, pero no inesperada para nosotros. Luis había disputado como futbolista seis partidos de esa temporada 1974-75 y en la jornada 10 había cambiado la camiseta de futbolista por el chándal de entrenador aunque el escudo seguía siendo el mismo. Yo había llegado al Atlético desde el Real Unión de Irún, con 19 años, y él ya era un veterano, debía tener unos 29, pero sobre todo observé desde el principio que su influencia en el vestuario era brutal. Y ahora resultaba que esa influencia se convertía en jerarquía: ya no era la influencia del compañero, sino la del jefe que solo se separaba de su cartera o sus carpetas en el terreno de juego.

    Yo sabía que desde mi llegada al Atlético me había cogido afecto. Pero prevalecía sobre todo el espíritu ganador. La primera gran bronca que yo me llevé en el fútbol profesional fue tras un partido contra el Pontevedra, el que hizo mítico aquel eslogan del "hay que roelo", cuando el equipo gallego descolló en la Primera División de la que llegó a ser líder al término de la primera vuelta. Supongo que habríamos perdido porque me echó una bronca de campeonato, imagino que por algún error imperdonable que habría cometido o por realizar un mal encuentro. No lo recuerdo. Lo que me quedó grabado es que el apoyo no estaba reñido con la exigencia.

    Lo que prevalecía en sus charlas de entrenador era fomentar el espíritu anímico de los futbolistas, fortalecer la convicción de que ningún rival era inasequible


    Y ese futbolista que me apoyaba y me exigía, ahora era mi entrenador, mi jefe, algo de lo que sin darnos cuenta quizás ya venía ejerciendo por su influencia en el juego y en el vestuario. De hecho, lo que prevalecía en sus charlas de entrenador era fomentar el espíritu anímico de los futbolistas, fortalecer la convicción de que ningún rival era inasequible. Veníamos de sufrir la decepción de la final de la Copa de Europa de 1974, pero habiendo sido víctimas del infortunio, primero, y del cansancio, después, en el desempate, ante un rival como el Bayern de enorme crédito. "Ir a por ellos" o frases similares eran habituales en su charlas, sin demérito de los planteamientos tácticos del partido. En eso también observamos un cambio radical, porque Juan Carlos Lorenzo era más dado a la palabrería y Luis iba al grano, sin rodeos. Después, Luis fue evolucionando porque el fútbol también iba cambiando y él no era de los de quedarse atrás y vivía por y para el fútbol, un canchero, que dirían en Argentina.

    Al menos pudimos resarcirnos en la Copa Intercontinental que disputamos a Independiente tras la renuncia del Bayern Múnich. Se manejaron muchos rumores sobre las razones por las que el equipo alemán no disputó ese torneo, entonces a ida y vuelta: que si los incidentes de 1969 entre Estudiantes y Milan, que si boicó a la dictadura argentina de Videla, que si problemas de fecha. Al final, la Intercontinental fue nuestra tras perder 1-0 en Argentina y ganar 2-0 en Madrid. Yo marqué el primer gol y el definitivo lo hizo Ayala. No creo que aquello le cerrase a Luis la herida de la derrota contra el Bayern porque las derrotas para Luis siempre eran dolorosas y aquella especialmente quedó siempre en la memoria de los que participamos en esos dos partidos.

    Cuando el Athletic se dirigió al Atlético para hacerse con mis servicios, Luis me dijo tajante: "Iru, tú te quedas". No quería que me fuera, aunque al final tuvo que ceder ante Vicente Calderón, que contaba con el dinero de mi traspaso para fichar a Luiz Pereira y a Leinvinha. Entonces cambié de jefe, pero el compañero seguía estando ahí, muy cerca, aunque fuera en el otro banquillo.

    Hace apenas mes y medio, o algo así, coincidí con él en un acto de presentación de un libro sobre las leyendas del Atlético de Madrid. Estábamos diez o doce ex futbolistas en una mesa y naturalmente las anécdotas fueron polarizando la conversación porque Luis, al gusto por las anécdotas unía una memoria prodigiosa. Sin embargo, entre risas y bromas, una frase me dejó descolocado, pensativo, temeroso: "Iru", me dijo, "cada año que pasa me caen como diez". "Vamos, Luis, que tú eres muy joven todavía para pensar así", le contesté. "Diez por uno, Iru", repitió. Yo desconocía lo que sucedía en su interior, hasta recibir hoy la peor de las noticias. Poco después del sobresalto, recordé algo que él solía decir en nuestra época de futbolistas. En los años 60 apenas se nombraba la palabra cáncer, se eludía con eufemismos, como si no utilizarla nos librara de sus males. Después, en los 70, volvió al diccionario cotidiano. "A mí me viene el cáncer ese y voy a por él y le gano", decía entonces con una firmeza atronadora. Pero hay derrotas que no tienen partido de vuelta. Si no, Luis hubiera ganado la eliminatoria.

    http://deportes.elpais.com/deportes/2014/02/01/actualidad/1391284814_567252.html

    “¡Qué grande has sido!”

    El fútbol recuerda a ‘Zapatones’ por su carácter y fuerte personalidad, y lo homenajea como al hombre que hizo creer a un país derrotista que también se podía ganar

    El País

    Luis Aragonés murió en Madrid de madrugada, cuando le gustaba vivir. Según amanecía la ciudad donde había nacido 75 años antes, el país al que hizo feliz con la Eurocopa de 2008, se fueron sucediendo las muestras de cariño, condolencias y elogios hacia su figura, clave en el fútbol español, la de un hombre de carácter fuerte y frases memorables al que muchos recuerdan sobre todas las cosas como aquel entrenador que le dio la vuelta a la selección, que hizo creer a un país que también al fútbol se puede ganar.

    Algunos de los jugadores que obraron con él ese milagro fueron de los primeros en mostrar su reconocimiento al sabio de Hortaleza. Como Fernando Torres. El Niño, al que hizo debutar en Segunda División cuando era entrenador del Atlético y con el que coincidió en la selección campeona, se despidió de su maestro así: “Gracias míster. Nunca podré agradecerte lo suficiente lo que hiciste por mí”. Junto al mensaje, que podrían suscribir tantos aficionados españoles, el delantero del Chelsea colgó una fotografía en la que aún era ese niño y en la que comparte plano con un Aragonés que le coge la cara cariñoso entre las manos.

    En la época de las redes sociales, las imágenes acompañan a las sentidas palabras de pésame habituales. La de Álvaro Arbeloa y la de Iniesta, que también formaron parte de la campeona de Europa en 2008, es la de los jugadores manteando al seleccionador sobre el césped del Prater de Viena (“¡Qué grande has sido, Luis! ¡Y qué grande es el vacío que dejas! Descansa en paz, abuelo”, escribió el jugador del Madrid; “Muchas gracias por todo lo que nos enseñaste, por todo lo que nos diste... Te recordaremos. Hasta siempre míster. DEP”, dijo el azulgrana). La de Sergio Ramos, un momento de relajación en un entrenamiento (“Luis tiene la culpa de lo que soy como futbolista y nos enseñó el camino a la gloria. Abrazo fuerte a toda su familia”); la del capitán, Casillas, en las escaleras del avión que les devolvía a España alzando la Copa de Europa (“Luis Aragonés siempre estará en la historia de nuestro fútbol”)...
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    Casillas no solo habló en Twitter. Varió el plan previsto y, tras guardar un minuto de silencio con la plantilla madridista antes del entrenamiento, salió a la sala de prensa de Valdebebas para dar sus condolencias a la familia del exseleccionador. El capitán evocó su primera convocatoria con Luis: “Él optó por poner a Cañizares y yo estaba un poco triste porque había jugado muy bien ese año. Recuerdo que estábamos concentrados en Canarias cuando se me acercó y me preguntó que qué me pasaba. Yo tenía 23 años y le dije que no entendía estos cambios pero los tenía que entender por mi compañero y por el resto del equipo. Y él me dijo: ‘No me mire como miran las vacas el paso del tren’. La frase se me quedó grabada, y cada vez que nos vimos se la recordé y me reí mucho con él”.
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    Gabi, el capitán rojiblanco, parecía responder cuando dijo. “Ha sido un ejemplo para todos. Es una leyenda de este club, un hombre muy querido y siempre le tendremos presente. Queremos mandarle nuestro apoyo a su familia en estos duros momentos”, dijo en nombre de la plantilla. Su entrenador, Diego Simeone, que convocó a los seguidores rojiblancos a honrar hoy la memoria de Aragonés en el Calderón, subrayó que “Luis aportó al fútbol rebeldía y rompió las dificultades que había tenido España para ganar. España dejó de ser una posibilidad para ser una realidad, con su carácter y personalidad”.

    A los futbolistas a los que entrenó, en la selección, en el Atlético y en tantos otros clubes, se sumaron otros con los que compartió vestuario como jugador. Algunos visiblemente emocionados, como Ufarte, quien calificó de “pérdida grandísima” la muerte del exseleccionador, a quien consideraba “un gran amigo”. “Era un hombre muy preparado para el fútbol que ha dado grandes triunfos a este país. Me quedo con su amistad y con la gran persona que ha sido”, afirmó. En la misma liga está Adelardo. “De los 17 años que he estado en el Atlético prácticamente en 14 coincidí con él, así que mi relación con Luis es muy especial”, explicó.

    “Fue un hombre clave en la historia del deporte español”, le definió su sucesor en el banquillo de España, Vicente del Bosque; “sin duda, marcó el camino en esta última etapa tan exitosa”.

    Luego llegaron las condolencias de la Casa Real, del Gobierno, de la federación española, del Comité Olímpico Español, de las instituciones. Cuando las voces se apagaban, volvió el fútbol. Y el homenaje. El Camp Nou, que acogía el partido entre el Barça y el Valencia, dos equipos de cuyo banquillo fue inquilino, también guardó silencio sentido por Luis.

    “Míreme a los ojitos”

    ► El carácter de Luis Aragonés dejará como legado también su forma de actuar y de expresarse de Zapatones, el mote que más le gustaba, por encima del de Sabio: “Porque no sé nada”.

    ► El término de La Roja, tan asentado ahora, fue una creación de Luis: “Me gustaría que la selección tuviera un nombre, una identidad. Me gustaría que España fuera La Roja”.

    ► Durante la Eurocopa de 2008, Luis se dirigió a los jugadores en una charla así: “Forman ustedes un grupo excepcional. Si no llego a la final con este grupo es que soy un mierda, he organizado una mierda de equipo”.

    ► Como seleccionador, una de las frases que más se le recuerdan fue la que le espetó a José Antonio Reyes en un entrenamiento, refiriéndose a su compañero en el Arsenal Henry: “Dígale de mi parte a ese negro que usted es mejor que él”. Una expresión por la que se le acusó de racismo y a lo que Luis respondió: “Los he tenido de todas las razas... Hasta yo soy ciudadano del mundo”.

    ► A Aragonés se le recordará también por ser el seleccionador que dejó de convocar a Raúl. Tras un entrenamiento en el que unos aficionados le recriminaron la ausencia del madridista, Luis le dijo a uno de ellos: “¿Sabes a cuántos Mundiales ha ido Raúl? A tres, ¿sabes a cuántas Eurocopas ha ido Raúl? A dos, ¡dime las que hemos ganado!”

    ► “Míreme a los ojitos”, la frase que le soltó a Romario durante un entrenamiento del Valencia.

    ► Siendo entrenador del Atlético también se le recuerdan frases célebres. Una de ellas, en 1992, antes de la final de Copa en el Bernabéu ante el Madrid: “¿Lo han entendido? Pregunto, ¿lo han entendido? ¿Sí? Pues esto, esto [decía golpeando la pizarra], no vale para nada. Lo que vale es que ustedes son mejores y que estoy hasta los huevos de perder con estos, en este campo. Son el Atlético de Madrid y hay 50.000 dentro que van a morir por ustedes. Por ellos, por la camiseta, por su orgullo, hay que salir y decir en el campo que solo hay un campeón y va de rojo y blanco”.

    ► Para siempre quedará también la frase que espetó en una rueda de prensa siendo técnico rojiblanco, toda una declaración de intenciones: “Y ganar, y ganar, y ganar, y volver a ganar, y ganar, y ganar, y ganar, eso es el fútbol, señores”.

    http://deportes.elpais.com/deportes/2014/02/01/actualidad/1391250733_985183.html

    El hombre que puso música al balón

    Luis Aragonés, el seleccionador que cambió el destino de La Roja, fallece de leucemia a los 75 años
    Como jugador y técnico su figura está muy ligada al Atlético, donde fue un mito
    Al frente del banquillo de España conquistó la Eurocopa en 2008


    Ladislao J. Moñino

    “La pelota tiene música y hay que acompañarla bien”. “¡Iker, el portero también tiene que saber tocarla. Hay que cuidar el balón!”, se le escuchaba gritar a Luis Aragonés, fallecido en Madrid en la madrugada del viernes al sábado a los 75 años, en los entrenamientos previos al primer partido en el que le dio un vuelco a la historia del fútbol español apostando por el toque y los jugadores bajitos. España se jugaba en Dinamarca gran parte de la clasificación para la Eurocopa de 2008 que acabó conquistando y Zapatones, apodo que le puso el periodista y amigo personal Javier Valdivieso, alineó en Aarhus (1-3) a Iniesta, Cesc y Xavi como exponentes principales de la revolución emprendida. Aquella victoria reforzó la idea del balón como eje central de una manera de entender el fútbol que luego, con Del Bosque, desembocó en los triunfos en el Mundial de 2010 y en la Eurocopa 2012.

    La multitud de ex compañeros, técnicos y jugadores que se dieron cita en el tanatorio de Tres Cantos, donde hoy se celebrará el funeral a partir de las dos de la tarde, coincidieron en que el mayor legado futbolístico de Aragonés es la implantación del estilo que ha llevado a España a dominar el fútbol mundial.

    La leucemia que padecía, que se agravó en las últimas semanas, ha sido la causa del fallecimiento de uno de los personajes más carismáticos, polémicos y trascendentes del fútbol español.

    Nacido en 1938 en Hortaleza e hijo de un alabardero del rey Alfonso XIII, que luego se dedicó al transporte, al cultivo de la cebada y a la fabricación de tejas, su padre fue todo un personaje en lo que por entonces era un pueblo limítrofe con la capital. Una calle lleva su nombre, Hipólito Aragonés, en lo que fue un homenaje que los vecinos quisieron otorgar a quién hizo tanto por ellos en aquellos años de penurias. Cuando su progenitor falleció, Luis Aragonés se hizo cargo de la única camioneta, la de su padre, que había en Hortaleza pese a solo contar con 14 años. Él y sus otros nueve hermanos trabajaron en los negocios familiares para salir adelante. Del lugar en el que nació también procede el sobrenombre que más le acompañó, El Sabio de Hortaleza, aunque él siempre dijo que el verdadero sabio era su hermano Matías por su inteligencia y su facilidad para buscarse la vida.

    Para el fútbol lo descubrió Ángel Ramos, el carnicero del pueblo y, desde entonces, la indiferencia tuvo poco que ver con él. Casado con Pepa, padre de cinco hijos, y con 11 nietos, sus mejores años como futbolista en activo se los dio al Atlético de Madrid. Con 26 años llegó al club colchonero, donde alcanzó la categoría de mito. Luis es el Atlético y viceversa. Admirador del valencianista Waldo por su habilidad para lanzar los libres directos, cuando Urtiaga, compañero del brasileño en el Valencia, fichó por los rojiblancos, le dijo: “Tienes que enseñarme a tirar las faltas como Waldo”. Perfeccionó la suerte hasta dibujar una de las estampas que le hicieron eterno. Aquel golpe franco, ejecutado con maestría, en la final de la Copa de Europa de 1974, que finalmente perdió el Atlético en el partido de desempate con el Bayern, es la imagen más recordada del Luis jugador. La curva, la pelota sobrepasando la barrera, el legendario Sepp Maier clavado como una estatua, y él, alzando los brazos para celebrar el gol antes de que el balón entrara, están grabados en la retina de muchos aficionados del Atlético y del fútbol español en general.

    Su poderosa zancada también le permitió ser un centrocampista con mucho gol por su facilidad para pisar área llegando desde la segunda línea. Eso le llevó a ser el máximo goleador de la Liga en 1970 con 16 tantos, empatado con su compañero Gárate y el madridista Amancio. Tres Ligas (1966, 70 y 73) y dos Copas (1965 y 72) conforman su palmarés como jugador del Atlético, adornado con 11 internacionalidades.

    Su transición a los banquillos, como su propia figura, también fue singular. A principios de la temporada 74-75, el histórico presidente del Atlético Vicente Calderón destituyó al técnico argentino Juan Carlos Lorenzo y le ofreció a Aragonés, aún jugador, que se hiciera cargo del equipo. “No tuve vértigo porque ya tenía en la cabeza entrenar, aunque iba a dirigir a los que habían sido hasta hace poco mis compañeros”, explicaba recientemente a EL PAÍS en una entrevista en la que también desveló por qué no se conoce a un solo jugador que hable mal de su persona: “La clave para durar tanto es ser verdadero, la sinceridad es aplastante. El jugador tolera poco que le mientas”.

    Fue en los banquillos donde Aragonés terminó por trazar su perfil y adquirir la condición de mito. El chándal como vestimenta habitual, las gafas torcidas, ese hablar en tercera persona [“Luis no ha dicho eso”], su verborrea castiza y su fuerte personalidad le acompañaron allí donde fue. Aquel “míreme a los ojitos” a Romario, el enganche por el cuello a Etoo, o el “usted es mejor que ese negro de mierda (Henry)”, con el que quiso motivar a Reyes en la selección, forman parte del anecdotario constante que fue su trayectoria en los banquillos. Su personaje está compuesto por tantas anécdotas, que su propia vida puede ser descrita como una gran anécdota.

    “Le doy tanta importancia al tercer puesto del Mallorca como a la Copa con el Barcelona o salvar al Oviedo”, decía. Ese título lo logró tras ponerse de parte de los jugadores en el famoso motín del Hesperia en el que el plantel azulgrana solicitó la dimisión del presidente Josep Lluis Núñez. Sus enfrentamientos con Jesús Gil y con directivos de la Federación, en su época de seleccionador, también fueron sonados. Así como su decisión de finiquitar la carrera como internacional del madridista Raúl. “Si encajaba en el estilo porque tocaba bien el balón, pero ya no tenía la velocidad en los últimos metros”, explicó.

    Cuando se le preguntaba por los jugadores que dirigió que más le impactaron señalaba: “En lo organizativo y táctico, Xavi; en lo imaginativo, Romario; y el que más me dio, Hugo Sánchez”. De las derrotas decía: “Me quedo con las que me infligieron equipos inferiores a los míos, que son con las que más se aprende”. Sus partidos de cabecera? “La final de Copa que le gané al Madrid en el Bernabéu con el Atlético y la semifinal de la Eurocopa con Rusia, que es el partido que más me llenó”. En este último, una exhibición de juego combinativo y veloz la pelota ya tenía música.

    El palmarés del técnico

    Como jugador

        3 Ligas (Atlético, 1966, 1970 y 1973)
        2 Copas (Atlético, 1965 y 1972)

    Como entrenador

        1 Liga (Atlético, 1977)
        4 Copas del Rey (3 con el Atlético, 1976, 1985 y 1992; 1 con el Barcelona, 1988)
        1 Supercopa de España (Atlético, 1985)
        1 Segunda División (Atlético, 2002
        1 Copa Intercontinental (Atlético, 1974)
        1 Copa Ibérica (Atlético, 1991)
        1 Eurocopa (Selección de fútbol de España, 2008)

    Distinciones

        Trofeo Pichichi, en la temporada 1969/70.
        Medalla de Oro de la Real Orden del Mérito Deportivo (2001)
        Mejor seleccionador del año según la IFFHS, en 2008.
        Premio Príncipe de Asturias de los Deportes 2010: Selección de fútbol de España, de la que fue técnico de 2004 a 2008.

    http://deportes.elpais.com/deportes/2014/02/01/actualidad/1391242093_858338.html


  • Tributo a Luis

    Cogió a Futre y lo despertó; hizo creer a Landáburu que era grande; mareó a Xavi y hasta hacerle creer que era él líder de una España ganadora

    Luis, el entrenador que convencía a los jugadores

    Tomás González-Martín

    Genio y figura hasta la sepultura. Hoy, el cielo será pura diversión, porque Luis tenía un humor madrileño, castizo, que derrotaba al más serio. Aragonés fue un líder como futbolista y traspasó ese carácter de mando para ser entrenador. Colgó las botas en el Calderón para ser inmediatamente técnico del Atlético. se reía, porque los que fueron sus compañeros ahora estarían, todavía más, a sus órdenes. Ya dirigía al equipo como centrocampista y lo pasaba a comandar como técnico.

    Su capacidad para convencer a un jugador de su valía es única, infinita. Tuvo en sus manos muy pronto a un gran Atlético, con Landáburu como director de orquesta. A Chus le venía grande ser el jefe en el césped. la presión del público, el rumor, podía con él. Luis le cogió de frente y le dijo: «Usted tiene calidad para llevar la batuta de este equipo».

    Se lo decía a Landáburu constantemente. Y el futbolista aguantó el chaparrón del público y creyó en su preparador. Era verdad. pero al final de temporada le dijo: «Míster, estoy hasta los … de usted, me voy de vacaciones». Pero le había ganado como comandante del Atlético en el césped.

    Aragonés era duro. Y los jugadores bromeaban en los entrenamientos a escala interna. En una sesión en el Calderón, surgió el chascarrillo de llamarle el «Mono Aurelio». Aragonés, que lo sabía todo, como buen sabio, se enteró. Y durante varios días les preguntaba, mientras corrían en los calentamientos: «¿Quién me llama Mono Aurelio?».

    Todos se callaban. Reían por dentro. Luis también. Había sido cocinero (futbolista) antes que fraile. Les seguía el juego.

    A Luis le echó Jesús Gil en 1987. A gritos. Se enfrentaron dos trenes. El choque fue brutal. «Tú aquí no eres nadie», le decía Gil. «Yo he sido todo en el Atlético, usted sí que no es nadie aquí». Años más tarde, el presidente del Atlético le fichó como entrenador. Luis volvió a crear un Atlético enorme.

    Era un preparador exigente. Quería que Futre, fichado por Gil en el 87, rindiera más,especialmente a domicilio. Tuvo sus enfrentamientos con él. «Eres un cabeza de chorlito», le decía el entrenador, enfadado, en una de sus explosiones. Paulo quiso corresponder a lo que pedía su inmediato superior. Futre le ha ensalzado siempre como entrenador. Era uno de los más serios que ha tenido en su carrera.

    Luis era auténtico. Único. En sus ruedas de prensa se encaraba con algunos periodistas. Después decía. «Vámonos todos a tomar unas cañas». Recuerdo que Alberto Polo, de Marca, chocaba con él. Pero terminado el trabajo con los periodistas, decía que quería a todos juntos para tomar un aperitivo. No tenía resquemor con nadie.

    El Barcelona lo fichó en un momento de crisis enorme, en la campaña 87-88. Perdida la Liga, con Alesanco como jefe de la defensa, Luis cogió aquel Barcelona y lo hizo campeón de Copa con un gol precisamente de Alesanco frente a la Real Sociedad en el Bernabéu. Le salvó la temporada. Pero José Luis Núñez no le renovó. Luis apoyó a la plantilla azulgrana en el «motín del Hesperia», liderado por veintidós futbolistas que pidieron la dimisión de Núñez por un problema con sus contratos de imagen ante Hacienda. campeón de Copa, Núñez echó a Luis y fichó a Cruyff.

    El madrileño fue único. Era capaz de comer con el entrenador del rival y estar diez horas seguidas, picando y hablando de fútbol. Cuando Radomir Antic era técnico del Real Madrid (1990-1992) comió con él durante horas y horas, unos días antes de un derbi. Y le aconsejó incluso cómo invertir sus emolumentos. era compañero y profesional antes que adversario.

    Su personalidad destacó en todos los sitios. En el Valencia (1995-1997) dejó la imagen imborrable frente a Romario, cuando le dijo. «Míreme a los ojitos». No se casaba con nadie. El brasileño era un ídolo y Luis le espetó al futbolista y al club que no podía alinearle como titular cuando salía por la noche y todos los sabían: «Con qué cara me presento ante la plantilla y digo que juegas tú», le dijo a Romario.

    Su duelo con Eto'o en el año 2000, al frente del Mallorca, también pasó a la historia por su forma de demostrar quien manda. Samuel estaba enfadado porque Luis le quitó en un encuentro frente al Zaragoza. El camerunés se quejaba en el banquillo. Y el entrenador se agachó, le cogió de la camiseta, le zarandeó y le dijo que dejar de lloriquear. Le dio una lección de respeto a sus compañeros. «Casi le pegó», dijo el técnico, que ya le había zarandeado unos días antes en otro incidente similar. Samuel le ha considerado siempre su «abuelo», el hombre que le enseñó a ser persona y futbolista. Está dicho todo.

    Su forma de animar a Reyes para inyectarle confianza fue un ejemplo de su estilo para levantar a sus futbolistas y hacerlos grandes. Era seleccionador y le comparó con Henry: «¿Qué tiene este negro que no tenga usted?». No era un comentario racista, sino de reafirmación del jugador sevillano, pero los puristas le crearon un problema internacional que Aragonés resolvió con el título de la Eurocopa en 2008.

    Su incidente con la selección, cuando rompió un teléfono tirándolo al suelo, hizo troncharse de risa a todos sus jugadores. Estaba dando una sesión táctica a Xavi, Capdevila, Xabi Alonso, Villa, Casillas y compañía y siempre exigía que se apagaran los móviles. En plena charla, sonaba uno. No sabía de quien era. Buscaba y buscaba. Nada. Seguía sonando. Fue el suyo. Lo cogió y lo estrelló en el suelo.

    Decían muchos que ya era un entrenador viejo. Nada de eso. Estaba al tanto de todas las modernidades para trabajar mejor. Precisamente, Guardiola, el dios convertido en entrenador, se inspiró en un método informático, el ER1C, qu Aragonés utilizaba para estudiar a los rivales.

    Era de carácter fuerte. Estallaba y al minuto te decía que vamos a tomar una cerveza y hablamos de fútbol. Chulesco, con gracejo, era un hombre bueno que deseaba esconder esa bondad con esa imagen de tipo duro. Ha muerto el mejor entrenador de la historia de España. El que decidió que los jugadores de calidad españoles, aunque fueran bajitos, debían dar el toque y la personalidad del fútbol español en la selección. Que había que vivir y morir con nuestro estilo de juego, con la clase den nuestros jugadores. Convenció a Xavi de ello. «Usted, con su clase, debe dirigir a la selección y hacerla campeona, porque ustedes tiene calidad y poder para ello». Tardó años en conseguirlo. Lo consiguió. Ganó la Eurocopa 2008 y abrió el camino de la confianza en nosotros mismos para celebrar el Mundial y la Eurocopa 2012. Selló el estilo de esta España número uno del mundo. Es el culpable. Descanse en paz el hacedor del éxito del fútbol español.

    http://www.abc.es/deportes/futbol/20140201/abci-luis-aragones-tromas-gonzalez-201402011308.html

    Luis Aragonés Suárez. 'In memoriam'

    Alfredo Relaño

    Hemos amanecido con un sobresalto: ha fallecido Luis Aragonés, el gran decano del fútbol español. Por número acumulado de partidos como jugador y entrenador de Primera División no hay quien se le acerque. Y cambió el signo pesimista de nuestra Selección con su atrevida apuesta en la Eurocopa 2008, aquel equipo sorprendente y bello, cuyo partido contra Rusia en semifinal merecería ser expuesto en el Museo del Prado. Hace algún tiempo que estaba enfermo, aunque no había trascendido. Se nos ha ido con sólo 75 años y le echaremos muy en falta, pero la ejecutoria ahí queda.

    Hombre de tendencia huraña, con pocos amigos con los que le unían, eso sí, indestructibles lazos de lealtad mutua. Pero siempre tuvo el respeto de los que no pertenecían a ese círculo, porque ante todo era veraz. No disimulaba, no engañaba. Siempre he pensado que por eso le quisieron tanto todos los futbolistas a los que entrenó, sin excepción conocida. Siempre supieron a qué atenerse con él. No he encontrado nunca un jugador entrenado por él que le haya criticado. Aún más: que se haya abstenido de ensalzarle. También en ese sentido ha sido caso único. Su muerte deja a mucha gente triste.

    Hombre del Atlético, carne y sangre del Atlético. Y eso que fue del Madrid, que lo adquirió del Getafe y lo tuvo en formación con distintas cesiones. Cuando el Madrid fichó a Isidro (padre de Quique Flores), marchó Luis al Betis como parte del pago. Cuando Bernabéu lo supo, se disgustó. Sabía que ahí había jugador de verdad. Tenía razón. Fue el máximo goleador de la historia del Atlético, y luego su entrenador en varias ocasiones y su referente ya para siempre. Con la Eurocopa dejó de ser un personaje sólo atlético para convertirse en referente común. Se lleva el agradecimiento de todos. Descanse en paz. 

    http://opinion.as.com/opinion/2014/02/01/portada/1391251760_017246.html

    El aire cansado del solitario

    Juan Cruz

    Había en Luis Aragonés algo del héroe cansado del Oeste, ese hombre que consume pitillos, se deja la barba a medio afeitar, y mira de reojo por si le persigue un coyote o, en su caso, un periodista. Una amiga me contó que en el tiempo en que se iban conociendo él era también un hombre dulce, o al menos raro, como ese personaje que también es hosco y solitario en la película que ahora ve todo el mundo, La grande bellezza. Un hombre raro; no triste, raro.

    Él hizo que una serie de jugadores que ya están en la historia (como él) se divirtieran jugando al fútbol; como eran bajitos, decía, tenían que bajar el balón al césped, cargarse de paciencia y abrumar al contrario con la belleza (la grande bellezza) del tiqui taca. Inventó esa fórmula y no la patentó, se la dejó a Guardiola y a Del Bosque, y sobre todo la dejó como un sello suyo. Si uno atiende a su forma de ser, hosca, desconfiada, no se hubiera imaginado nunca que, cuando la selección de Del Bosque llegó a su cénit, en 2012, él dijera que se reconocía en ese equipo. Uno hubiera esperado, porque lo había hecho ya muchas veces, algún desdén, una forma veloz de desentenderse de lo que hacían otros para encerrarse en su único juguete: el secreto, la distancia.

    Su aspecto le ayudó a ser como era, o viceversa. Ese pelo que parecía peinado por una mano torpe, esos ojos caídos detrás de unas gafas que parecían a medio colocar, y a medio limpiar, esa barba que raspaba si la veías aunque fuera en fotos, esa ropa que parecía hecha para él por un amigo que no lo apreciaba de veras, esos zapatones de hombre que querría quedarse en el sitio, mirando de reojo…., todo ello conspiró para que Luis Aragonés se pareciera al polvo que levantaban las cabalgadas de Gary Cooper en Solo ante el peligro, porque jamás hubiera tenido el aspecto atildado del héroe al que amaba Pilar Miró.

    Ahora, como aquel Gary Cooper de Pilar, Aragonés está en los cielos; al fútbol español lo puso en los cielos; su trayectoria por los clubes y por ese conjunto parecía dibujada a contrapié, como si él lo hiciera gritando y cabreado, pero en todas partes dejó la impronta de una sabiduría que se debatía entre la dulzura secreta o recóndita de un carácter que no dio a conocer y el cabreo por tener que hablar de fútbol, cuando él fútbol se hace, no se dice.

    http://opinion.as.com/opinion/2014/02/01/portada/1391254549_054691.html

    ‘…Y usted, no pise ese escudo’

    Rubén Uría

    Admiré a Luis como entrenador del Atlético. No conocí uno mejor, más ganador y más  convencido de su método. Trataba de usted a los jugadores y levantaba copas en plural. Sufrí a Luis como periodista. Nunca fue un deschado de exquisitas formas, ni de buena educación, sobre todo con los colegas más novatos. Critiqué al Luis seleccionador – con extrema dureza- y fui fiscal mediático, enfrentado a sus múltiples satélites informativos.  Aplaudí al Luis triunfante de la Eurocopa – sin sobredosis de almíbar, pero con justicia- por su visión, apuesta y triunfo en Viena. Nunca supe interpretar bien a Luis, sería un completo hipócrita si escribiese eso. Sé que no fui justo con Luis, pero sí puedo ser honesto con ustedes, los lectores, y contarles  que me pareció un ganador con alma de perdedor.

    Luis era el carácter endemoniado que bailaba, de madrugada, en La Venta del Gato. El gol que cantaban las tripas del Manzanares, antes siquiera de que su pie llegase a tocar la pelota en una falta directa. El tanto de Bruselas que dejó a Maier con la boca abierta. El hombre que se acostó jugador y se levantó entrenador. El tipo que cogió por las solapas al Jeque de Burgo de Osma, en vísperas del posterior secuestro del club. El profesor que heredó el Motín del Hesperia y devolvió un campeón de Copa.

    La autoridad que obligó a Romario a mirarle a los ojitos, el ardor guerrero que retó a Eto'o con darle un cabezazo, el motivador que advertía a Reyes que era mucho mejor que el negro. La tozudez hecha carne, el verbo hecho canas. La ambición que despreció el dinero para devolver a su Atlético a Primera. La gran sentada y la condición física de base. El contrapoder que dejó a Raúl sin carro del que tirar. El chándal que siempre supo que rectificar era de sabios, pero que rectificar nunca era cosa de Luis.

    El paleto resabiado que hablaba de sí mismo en tercera persona, que firmaba arengas magistrales y ayudó a niños a ser adultos. El tipo que llamó Wallace a Ballack, que tenía un amigo sexador de pollos que se equivocaba uno de cada mil, el que no era racista porque su amigo Jones era negro y además, Keita era azul. El reposo del guerrero con Pepe Navarro y Pechuga San Román. El máteme pero no mienta. El chiste del soldado de la calle Imagen, el de Enrique y los papeles del tractor. El del culo de la pipera, aquella castañera de Montera, esquina Gran Vía.

    El Luis incorregible, que un día dimitía y al siguiente, se quedaba. El señor al que se criticó más de lo que se le disfrutó. La soledad que, entre depresiones, triunfos, frases y mil anécdotas, ocupó un lugar de privilegio en el álbum de cromos de un millón de colchoneros. El carisma que reinventó la selección, el profesor que hizo ganadores a los perdedores. El hombre siempre escondido detrás del entrenador. La bandera de esa pasión inexplicable llamada Atleti: 'Y usted, no pise ese escudo'. Ahora Luis pisa el cielo. Que se prepare Yashin, porque Luis tendrá ganas de patear una falta y ponerla en la escuadra.

    http://es.eurosport.yahoo.com/blogs/ruben-uria/pise-escudo-143013070--sow.html

    Usted perdone

    RUBÉN AMÓN

    Perdone usted la ignorancia y la crueldad, ahora que ya no puede perdonarnos. Tenga misericordia con los rapsodas del transfuguismo y con los patriotas de geometría variable. Sea indulgente con los idólatras de la juventud, y de la corbata.  Y séalo ahora también a título póstumo, cuando los hitos del Mundial y de la Eurocopa, la devoción al tiki-taka y el guardiolismo zen parecen haber subordinado la impronta que usted, míster, otorgó a la selección española.

    Habrá que disculparse. Habrá que perdirle a usted perdón. Porque hemos escrito de usted que era un ludópata y un bebedor  impenitente de whisky. Porque hemos decidido que usted era un racista. Y no necesitábamos otros argumentos que la bronca a Reyes. Y porque ese apelativo de Zapatones lo hemos utilizado arbitrariamente para retratar su torpeza en sentido general, hasta la caricatura.

    Y no le hemos perdonado ese desaliño ni esas maneras de hombre volcánico. Hubiéramos preferido a un entrenador metrosexual. Que hablara idiomas. Porque usted no los habla. Usted habla claro y sincero. Y usted se equivoca. Por eso preferíamos a un míster de laboratorio. Y no un hombre perseverante y paciente, como usted.

    Usted ni siquiera ha sido feliz con el fútbol. Así que le reprochábamos también sus angustias personales. Veíamos un hombre con zonas de oscuridad. Veíamos un hombre. Por eso cuestionábamos que usted no fuera un actor. Un encantador de los periodistas. Un demagogo con los aficionados. Un entrenador posmoderno. Por no tener, usted no tenía ni cuenta en twitter.  Usted ha sido un hombre desagradable, decíamos. Y tuvimos que callarnos cuando usted cambió la historia de nuestro fútbol.

    Y entonces empezamos a recubrirlo de elogios. A raíz de la Eurocopa, se entiende.Y le comparamos no a Helenio Herrera, sino al almirante Nelson. E incurrimos todos en un estado de amnesia. Y olvidamos que a usted lo habíamos vejado y humillado. Y entonces pedimos que la Federación lo renovara. Y dijimos que la selección no podía estar en mejores manos. Y nos apuntamos nuestra parte alicuota de la victoria. Y presumimos de usted.  

    De sabio de Hortaleza pasó usted a sabio. Y de Zapatones no se acordaba nadie. Casi le concedíamos a usted la destreza de Fred Astaire bailando tip-tap-. Y nos tomamos en serio, porque nos convenía, aquel aforismo personal que durante muchos años habíamos considerado una bravuconada: ganar y ganar, ganar y ganar.

    Dudamos de usted, Aragonés. Y escogimos otro apodo para jubilarlo: El abuelo. Que no era tanto un motivo para vanagloriarnos del magisterio de la senectud, como un pretexto para considerarlo inapropiado en el cargo de un club de fútbol chic.

    Esta sociedad nuestra que desahucia a los ancianos no podía permitirse que el embajador de la Roja fuera un tipo con el pelo blanco. Y con gafas. Usted era muy mayor, sosteníamos. Hacía falta savia nueva para la selección, decíamos. Y no gente sabia si el precio iba a consistir bregar con un hombre de 70 años. Peor aún, con un cascarrabias que no sabe comportarse en la corrección política exigida y exigible.

    No se concibe lo que sobrevino después sin el hito de la final de Viena y el gol de Torres. España había tardado 40 años en regresar a la jerarquía del fútbol. Y Luis Aragonés había imprimido carácter al equipo, trasladando a la selección la idiosincrasia del Atlético de Madrid. Que es la suya y la de ese escudo que nadie osará a pisar en su presencia.

    http://www.elmundo.es/deportes/2014/02/01/52ecbd35ca474103388b4569.html

    Grande, bueno y sabio

    CARLOS TORO

    Calificar a Luis Aragonés de "entrañable" sería injusto, casi ofensivo, porque ese adjetivo rebaja a quien se le atribuye a la condición de sujeto puramente tierno, de una afectividad blanda y casi excluyente de otras virtudes más sólidas.

    Pero Luis Aragonés, Luis para todos nosotros con esa familiaridad que producen la cercanía y la frecuencia, era entrañable, sí. Lo era en la expresión y la exposición de un carácter gruñón y huidizo, pero dotado de unas dosis de humor socarrón que lo endulzaban sin quitarle un ápice de aspereza. Luis tenía gracia, aunque maldita la gracia que le hacía muchas veces.

    Una gracia zumbona, resabiada, cada vez más escéptica por la edad y la indiferencia de quien está de vuelta de casi todo. Un humor punzante, apartado de los convencionalismos corteses y las reglas de urbanidad, aunque nunca grosero y siempre, siempre, siempre disfrutado (y a veces sufrido entre sonrisas comprensivas) por sus amigos. Por los veteranos del Atleti; por algunos periodistas de su confianza; por, en el fondo, todos nosotros, la gente, que lo conocíamos "de toda la vida", porque formaba parte irrenunciable e irrompible de la nuestra.

    Una persona. Un personaje. Una personalidad. Un gigante, un referente histórico como jugador y como entrenador. Un trotamundos con la pelota en los pies y la pizarra en la mano. Sólo le faltó entrenar al Real Madrid. Bueno, al revés. Al Real Madrid sólo le ha faltado que lo entrenase él.

    Luis soportó, en el doble sentido de adjudicación ajena y carga propia, dos apodos públicos y consecutivos: "Zapatones" y "El Sabio de Hortaleza". El primero como futbolista. El segundo como técnico. Ambos teñidos de un casticismo gráfico, descriptivo, popular. Y es que había que verlo jugar, correr, pasar, golear con aquellos pies enormes, pero sobre todo mirando cada uno a dos distintos puntos cardinales. Parecían planos, pero eran precisos. Parecían torpes, pero eran lúcidos. Y es que había que verlo explicar la táctica, a veces simplificando infantilmente la pronunciación de nombres extranjeros mientras sus chicos trataban de contener la carcajada.

    En algún vestuario lo llamaron cariñosa, filialmente "Aurelio", en alusión a uno de los protagonistas de "El planeta de los simios". Y es que Luis, que era más listo que el hambre y catedrático de la calle y el césped, tenía ese rostro rudo, de barba cerrada entre dos patillas largas, anchas y frondosas, que lo hacían parecerse a nuestros primeros antepasados.

    Y refunfuñaba mientras atendía a la prensa. Y se rascaba el pecho por debajo de la camisa mientras decía ingeniosas maldades como "Koeman tiene menos cintura que la rueda de un tractor". Y respondía desabridamente al joven periodista que, ante un Celta-Atlético de Madrid le preguntaba: "Aguilera puede ir al banquillo y vuelven Contra y José Mari. ¿Habrá revolución en Vigo?". "La única revolución es la que hizo Fidel Castro en Cuba".

    Era el Luis del "negro de mierda", del "míreme a los ojitos" y del "hay que ganar por lo civil o por lo criminal". Era el Luis cascarrabias del "yo ya no quiero conocer a nadie". El Luis que cambió como jugador la historia del Atleti y, como entrenador, la del fútbol español. El Luis tan suyo, tan nuestro. El Luis de antes. El Luis eterno.

    http://www.elmundo.es/deportes/2014/02/01/52ecd81822601df37a8b456c.html

    Van Gogh en el banquillo

    ORFEO SUÁREZ Madrid

    Ya nunca lo sabremos, pero no es ésta la forma en la que a Luis Aragonés le habría gustado dejarnos. Habría preferido que fuera en activo, con plaza en un banquillo, porque el fútbol, el terreno de juego llegó a ser el único lugar en el que se comprendía y lo comprendían. Era un genio, y como todos, gravitaba entre los episodios de éxito y de autodestrucción. El mejor de todos ellos, en la recta final de su carrera, lo llevó a una apuesta maximalista en la selección española, la primera piedra de una edad dorada compartida con Vicente del Bosque. Probablemente, por separado ninguno de los dos entrenadores habría levantado los tres títulos, porque España necesitaba primero un hombre de revoluciones y, una vez alcanzada la cima, un gestor del éxito.

    La forma en la que Luis manejó a la selección, con su lenguaje directo y su apuesta por los futbolistas más técnicos de una forma total, por los 'locos bajitos', era tan definitoria de su personalidad como el cisma que provocó el día antes de la final, al confirmar que dejaba la Federación sin aclarar del todo cómo y por qué, enfadado con todos. La conquista de la Eurocopa, en 2008, sin embargo, lo consagró y, de alguna forma, lo desclasificó, porque su etapa en el Fenerbahce turco fue corta y sin legado. Aguardó un nuevo destino, una larga espera a la que no quería llamar retirada, pese a su edad, y que se negaba a confirmar hace escasas semanas.

    Luis no fue sólo uno de los grandes entrenadores de nuestro fútbol. Fue también un personaje de su época. Nacido en 1938, en la que entonces era la población de Hortaleza, hoy un barrio de Madrid, era un niño de la posguerra, tiempo en el que la vida exigía buenas dosis de supervivencia. Por su origen, siempre se le llamó el 'Sabio de Hortaleza', pero Luis, socarrón, contestaba: "¡Que no soy yo, que era mi hermano!". También fue conocido como 'el Mono' o 'Zapatones', por el tamaño de sus pies. Como todo su físico, de más de 1,80, un gigante para su tiempo, era herencia de su padre, que había sido alabardero del rey Alfonso XIII. Esa posición permitió a la familia afrontar con algo más de desahogo la posguerra, porque la caridad de su padre acabó por convertir su casa de la infancia en un comedor social. Por ello, en Hortaleza tiene hoy una calle: Hipólito Aragonés.

    Quienes recordaban a Luis citan a un dormilón empedernido, que ya llegaba tarde a los entrenamientos cuando empezó a jugar en el equipo juvenil de Pinar del Rey. El fútbol no daba para mucho y Luis conducía sin carné un coche para repartir tejas y ganarse la vida. Después de un paso por el Getafe, fichó por el Real Madrid, en 1958. Su problema fue con quienes coincidió, con el mejor, como decía, que era Alfedo Di Stéfano, Don Alfredo. Fue cedido al Recreativo de Huelva, donde conoció a su mujer, Pepa. Pasó por el Hércules, volvió al Plus Ultra, filial del Madrid, y tras breves etapas en el Oviedo y el Betis, llegó a la que sería su casa, el Atlético de Madrid.

    "Me habría gustado jugar hasta los 60 años", decía. Lo hizo, sin embargo, muchísimos años, hasta 1974, cuando después del partido de peor recuerdo, contra el Bayern Múnich en la final de la Copa de Europa, le ofrecieron pasar del campo al banquillo. En esa final, estuvo el Atlético a minutos de lograr el título tras el gol de Luis, en el lanzamiento de una falta, pero no pudo ser por la maldición de un jugador de nombre impronunciable. Fue un destino que imbricaba a Luis en la tradición del malditismo tan propio de nuestro fútbol, pero que, ya como entrenador, se encargó de cambiar. Fue un futbolista longevo, de enorme talento y visión, que ganó tres Ligas y dos Copas del Generalísimo, pero que no compartió el mejor tiempo del fútbol español.

    Javier Irureta cuenta cómo, un día después de ser un compañero más, Luis llegó a la mañana siguiente con una carpeta y le habló de usted. Era ya entrenador, No dejó de hacerlo nunca, siempre de usted, pero con el humor como ingrediente. Hablaba el lenguaje del vestuario, de la cubierta, como pocos. A su paso por los banquillos de media Liga, dejó amigos y alumnos, porque son muchos los técnicos que dicen tenerlo como un referente. Conoció un Atlético sin Gil y con Gil, con el que su relación gravitó en el amor-odio. Ni con Luis, ni con Gil era sencillo que fuera de otra forma. El título de Liga conquistado con su equipo, sin embargo, llegó antes, a los dos años de sentarse en el banquillo. Junto a Gil, en cambio, llegaron las Copas con un Atlético de época, comandado por Futre y un Schuster crepuscular, una de ellas en el Bernabéu.

    Después de cada fracaso, tenía la capacidad de reinventarse. Lo hizo en el Barcelona, adonde llegó como apuesta de Nicolau Casaus en tiempo de zozobra para el Barcelona. Era un momento de crisis personal, afectado por depresión y por uno de los problemas que le persiguió siempre, la ludopatía. El vestuario, en cambio, su hábitat, lo rehabilitó. En su brevísimo paso por el Camp Nou, ganó una Copa del Rey ante la emergente Real Sociedad y, lo más importante, se puso del lado de los jugadores en el conocido como Motín del Hesperia, por sus reclamaciones a la directiva de Nuñez.

    En su relación con los futbolistas fue directo, amistoso pero también hilarante. No pasaba una. Le vimos echar a Romario, coger por el cuello a Eto'o y pasarse de la raya en una arenga a Reyes, cuando le dijo: "Usted es mejor que ese negro de mierda". La referencia era a Henry, compañero del entonces futbolista del Arsenal. El episodio lo minó en lo personal, pues nunca se había visto a sí mismo como racista, y erosionó mucho a su entorno. De hecho, nunca lo superó. Nunca fue Luis un personaje racista, por su actitud, pero le traicionó el lenguaje, tuvo un incidente que no se podía calificar de otra forma. Quizás formaba parte de las formas de su tiempo, ese "negro" que aparece sin que jamás hubiéramos pensado que existía.

    Nunca, sin embargo, vimos una escena pública de enfrentamiento con Raúl, al que apartó de la selección para generar uno de los grandes debates nacionales del fútbol español. En realidad, por mucho que indagáramos los periodistas que estuvimos cerca entonces, nunca lo encontramos. En mi opinión, Luis había llegado a la conclusión futbolística de que Raúl se marchaba del lugar al que llegaban Torres, Villa o Silva, pero era duro decirlo claramente, explicarlo. No era su fuerte, y eso a veces confundía a quienes le rodeaban y confundía a este Van Gogh de los banquillos que únicamente recobraba la paz ante el cuadro, su rectángulo, el campo. Como un pintor, veía líneas y colores que los demás jamás pudimos descubrir. En el Prater, las encontramos y lo quisimos para siempre. Descanse en paz.

    http://www.elmundo.es/deportes/2014/02/01/52ecbea522601dcf7a8b456a.html

    Un entrenador de los pies a la cabeza
    Ramon Besa   

    A su paso por cada equipo, y naturalmente por la selección, Luis Aragonés siempre dejó una anécdota para el recuerdo, un momento que expresaba su manera de entender el juego y también su inconfundible personalidad, única en el fútbol.

    Nada más llegar a Alemania en 2006 con La Roja, término muy utilizado durante su estancia en la federación porque funcionaba incluso como recurso para quienes la palabra España les provocaba urticaria, mandó a paseo al comité de recepción de la Copa del Mundo en Dortmund. Luis despreció las flores que le ofrecía una azafata: “Me van a dar a mi un ramo cuando no me cabe por el culo ni el pelo de una gamba”.

    Los traductores las pasaban canutas para explicar sus expresiones, a veces tan castizas que resultaban incluso imposibles para muchos españoles, como cuando hablaba de la estanquera y de la pipera de Vallecas. No siempre era fácil entender a Luis. El día que arengaba a Reyes en un entrenamiento al grito de que era mejor que “ese negro de mierda” en referencia a Henry se armó la de Dios es Cristo porque se le consideró un racista.

    Igual que motivaba a un andaluz se las tenía con Romario: “Míreme a los ojos cuando le hablo”. Y el “negro”, que siempre iba con la cabeza gacha, le atendía de soslayo. El día que supo que las cámaras le escrutaban en Mallorca no tardó en desenchufar cuantos cables encontró cerca de su banquillo.

    Nunca fue anónimo, ni cuando pasó por el Camp Nou en una de las peores épocas del Barcelona. Víctima al inicio de una crisis de ansiedad fóbica, acabó alineado con sus jugadores la tarde en que pedían la dimisión del presidente Núñez. Luis ganó la Copa a aquella Real que acabó por ser unos de los proveedores del dream team de Cruyff.

    El ambiente era tan deprimente por entonces que una mañana me referí al Barcelona como el equipo de “Aurelio y los vagabundos”, sin reparar en la banda de música sino en una banda de jugadores al mando de un técnico al que alguno le apreciaba un físico simiesco. “¿Está aquí el que ha escrito esto?", preguntó en la sala de prensa. “Sí”, respondí. “Pues mire chaval: métase lo que quiera con Aurelio, pero a los vagabundos me los deja en paz, ¿vale?”.  Una lección de periodismo de parte de un gruñón encantador que siempre defendió a sus jugadores.

    A Luis se le consideró el rey del contraataque antes de ganar la Eurocopa con España. Nadie respetó más el juego de los centrocampistas en una tierra enamorada de la furia de los centrales y mediocentros de nombre Belauste y de la hipnosis de delanteros como Butragueño. No solo dio juego al equipo sino que además lideró con una personalidad asombrosa una transición que supuso el fin de la internacionalidad española de Raúl.

    Arisco, anduvo murmurando sobre el fútbol de la selección cuando fue sustituido por Del Bosque, no por nada, sino porque, ejerciera o no, siempre se sintió entrenador. No hace mucho cuando se hablaba de que abandonaba los banquillos, mandó rectificar la información en unos minutos porque a Luis no le retiraba nadie, solo la muerte.

    Gracias, Don Luis. 

    http://deportes.elpais.com/deportes/2014/02/01/actualidad/1391251313_566107.html

  • Fallece Luis Aragonés


    Luis Aragonés, historia del Atlético de Madrid durante las últimas cuatro décadas, ha fallecido en Madrid a los 75 años de edad. La Asociación Señales de Humo quiere transmitir su pésame a la familia de Luis y se une al dolor de los colchoneros allá donde se encuentren.

    Gracias por todo Míster, por todos estos años que han sido una lección tras otra. Por los cientoypico goles (de centrocampista eh?), por las Ligas, por el hat-trick contra el Cagliari, por la falta de Bruselas, por la Intercontinental, por las Copas (especialmente por no tener que usar la botella de Coca-Cola familiar), por volver a levantar el madroño, por el Vd no pise ese escudo, el pasillo de seguridad y el culo de pipera y aunque debieron ser un infierno para Vd, por la trayectoria entre el Mundial 2006 y la Eurocopa 2008. Para enseñar en medio mundo.

    Al final si que resultó Vd ser tan Sabio como su hermano.

  • Plantilla 2014

    Tras el cierre del mercado de fichajes esta es la plantilla 2014 del Atlético de Madrid.

    1Daniel ARANZUBÍAPortero 
    2Diego GODÍNDefensa
     
    3FILIPE LUIS KasmirskiDefensa 
    4MARIO SUÁREZ
    Centrocampista 
    5TIAGO Cardoso
    Centrocampista
     
    6Jorge Resurrección, KOKE
    Centrocampista 
    7ADRIÁN LópezDelantero 
    8RAÚL GARCÍACentrocampista 
    9DAVID VILLA
    Delantero 
    10ARDA TuranCentrocampista 
    11Cristian RODRÍGUEZCentrocampista 
    12
    Toby ALDERWEIRELD
    Defensa 
    13
    Thibaut COURTOIS
    Portero
     
    14GABI FernándezCentrocampista 
    15

     
    16

     
    17Javier MANQUILLODefensa 
    18José María GIMÉNEZDefensa 
    19DIEGO COSTADelantero 
    20JUANFRAN Torres
    Centrocampista 
    21DIEGO Ribas
    Centrocampista 
    22Emiliano INSÚA Defensa 
    23João MIRANDA
    Defensa 
    24José SOSA
    Centrocampista
     
    25



    27LUCAS HernándezDefensa 
    29José MAYADelantero 
    30Alejandro MORADefensa 
    31Sergio GONZÁLEZDefensa 
    32Iván CAÑETEDefensa 
    33Alberto VILLAPALOS Defensa 
    34Álvaro PERALPortero 
    35Carlos TIRADOCentrocampista 
    36Iván CALERODelantero 
    39David MÁRQUEZCentrocampista 
    40Nacho MONSALVEDefensa 
    41Fallou GALLAS WadeDefensa 
    42Momar NDOYEDelantero 
    43Cristian Mayoral, KITICentrocampista 
    45DAVID GILPortero 
    47Ález DÍAZCentrocampista 
    49David GÓMEZDefensa 
    50IVIDelantero 
    51POL Busquets
    Portero 
    52Santiago CANEDOPortero 
    53Ian GONZÁLEZDelantero 
    54Pablo TRIGUEROSDefensa 
    Enviado feb 01 2014, 12:01 por SDHEditor con no comments
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