Telegramas desde el Este (5)
"¡Histórico!", exultó uno de
los bandarras que estaba al micrófono
(antes había gritado otro muy merengue: !"Vamos Pepe,
concéntrate!"). El motivo de tanto éxtasis triunfalista era que Ramos
había tirado un penalti a lo Panenka. Los penaltis a lo Panenka, incluido el de
Panenka, no son lo sublime del fútbol, sino una soberana idiotez, pero algunos
porteros se tiran antes de que el ejecutante golpee el balón (le pasó a Hart,
"The Brat", que le sacó la lengua a Pirlo y luego dejó la portería
vacía; pero Pirlo -Italia iba perdiendo en la tanda- quizá tratase de
desmoralizar al guardameta inglés; Ramos sólo pretendía demostrar que es muy
bueno). El penalti a lo Panenka es estúpido porque convierte en un farol propio
del póker una acción en la que el que tira dispone de una gran ventaja.
De la brillante España que fraguó Luis
Aragonés sólo queda la capacidad agonística. Es posible que la fatiga explique
en parte el bajo rendimiento de la selección. Es posible que las ojeras del
declive se insinúen ya en Xavi Hernández, pero Del Bosque también es
responsable del muermo sufridor; en el plantel hay futbolistas frescos que no
utiliza, y su fórmula de sacar a un extremo para que le centre balones a un mediapunta
rodeado de contrarios perdurará... como un monumento a la obcecación.
Soberbios los centrales de España (aunque
Piqué empezó titubeante) y los dos mediocentros; pero la única gran jugada del
partido, la protagonizaron ya en la prórroga Pedro, Alba e Iniesta, al que Rui
Patricio ganó el mano a mano. El alargue fue de los nuestros porque el
cansancio general favorece al jugador con clase y España atesora más futbolistas
hábiles que Portugal.
Estos lusos no se parecen al Madrid sino
a Mourinho, y apenas inquietaron, pero fueron un incordio pegajoso mientras les
duró la gasolina. El previsible show
de Ronaldo se redujo a los fuegos artificiales de un par de galopadas. Ronaldo
es payaso en todo lo que hace. Así, por ejemplo, cuando tira las faltas. Calca
el ritual de los pateadores del rugby, y suele mandar la pelota a las
nubes, como los pateadores del rugby.
Ahora bien, es esta clase de choques la que da y quita el Balón de Oro, no la
brillantina en el pelo.
El otro futbolista portugués de renombre
es Nani, un jugador autista que va por su carril como los conejos de los
canódromos. Los dos centrales y los medios dieron cera a la par que protestaban y
simulaban lesiones (el manual de Mourinho), pero el referee contemporizó encantado.