Amalio Moratalla
07/10/13 - 09:34.
Al Vicente Calderón hay que ir a mucho más que a ver fútbol. Me lo
habían dicho hace ya alguna jornada, pero no había tenido ocasión de
comprobarlo hasta ayer. En este momento, la ‘legión de Simeone’ es mucho
más que un grupo de futbolistas buenos, con moral, talento y ánimo. Son
colíderes, tienen al Pichichi en su equipo y al entrenador más admirado
del momento.
Fui sin prisas a vivir la liturgia de los prolegómenos. En la calle
el partido comenzó dos horas antes, ahí se empezó a ganar. Era mucho más
que un encuentro, era una fiesta futbolística. El rival era el Celta, a
priori, no muy complejo, pero el ambiente era de Champions. Bueno, era
mucho mejor. El horario de la media mañana favoreció ese toque familiar
que tanto echamos de menos en los estadios.
Vi más intensidad en el calentamiento de los rojiblancos, que en
muchos partidos del resto de la jornada. Ese estado de gracia tan
difícil de adquirir y tan buscado por los entrenadores que, llevado en
volandas por un estadio a reventar, hace que el grupo sea imbatible.
¡Mire usted que he vivido momentos en ese campo –era mi barrio de
infancia-, pero como lo que está pasando ahora… desde el doblete y poco
más!
Esta es la fuerza del actual Atlético. Un Gabi que pelea un balón en
la banda para sacarlo jugado en lugar de mandarlo a la grada y que casi
se deja la rodilla. Por fortuna, ‘sólo’ fue un esguince. La comunión de
la primera parte entre la parroquia, el equipo y Simeone generó una
magia en el estadio que se saldó con un 1-0, pero que bien pudo ser una
goleada. Tampoco importaba, era tal la fiesta, que ni se miraba el
marcador. Diego Costa falló un penalti, pero daba igual, estaba
arrasando y el ambiente podía con todo lo demás.
Este grupo es un equipazo, pero, por encima de todo lo demás, es un
hecho sociológico-futbolístico que le está permitiendo disfrutar de un
‘ocho de ocho’ con el fuelle suficiente como para poder decir que aspira
a todo. Fue finalmente un 2-1 y, curiosamente, pasó de un primer tiempo
para el recuerdo, a estar apurado en los minutos finales. Pero ahí fue
cuando Simeone, agotados los cambios, hizo su ‘cuarto cambio’, el de la
afición: en la banda, con los brazos en alto, pidió aún más empuje como
si de un jugador se tratara y logró que los cuarenta, cincuenta mil…
todos los presentes, apretasen de tal manera, que el equipó pasó de
achicar balones a meter al Celta en su área.
Esto, señores (sea usted atlético o no), es mucho más que un equipo,
una entidad, unos futbolistas o un entrenador. Es un todo. Una magia que
tiene pinta de hacer historia. Esta familia unida es casi una
‘alineación indebida’. De verdad, aunque no sea usted atlético, asómese a
lo que está pasando en el Calderón, podrá decir algún día que estuvo
allí.
Fernando Torres. En su despedida.“Cuando lleguen los malos momentos, cuando desde fuera quieran dividirnos y decir que las cosas van mal, en esos momentos que seguro que llegarán, me gustaría que recordarais el orgullo que sentís ahora. Todos somos uno. Eso es ser del Atleti”.